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Ni en el exilio ni de vacaciones

    COMO, al contrario de lo que le ocurre al presidente de Gobierno actual cuyas verdades solo es posible deducir interpretando lo contrario de lo que dice, al Rey Emérito hay que concederle, por tenerlo ganado a pulso, el sentido institucional en sus manifestaciones; es decir, la coherencia entre lo expresado y su comportamiento subsiguiente –incluso cuando pide perdón-. Lo que traducido a las noticias de ahora mismo supone afirmar que su marcha de España no es ni un exilio –como quieren hacer ver quienes alentarían la medida como pródiga a sus deseos desestabilizadores- ni tampoco son unas vacaciones, por más que cualquiera de los destinos que se anuncian para su acogida figuren como paradisíacos en el imaginario del españolito de a pie.

    Se trata, lo confesó en un tuit al monárquico convencido y juancarlista confeso Alfonso Ussía, de un “paréntesis” ocasional, cabe interpretar que de un tiempo de interregno que sirva para que el viento de la historia disipe las humaredas del campo de batalla del presente y así poder descubrir, tras toda esa interesada confusión, las verdades del barquero.

    Por ello mismo, más que el alcance de lo que pueda suceder a Juan Carlos I por supuestos -¿o pretendidos?- incumplimientos fiscales, reprobables sin lugar a dudas caso de confirmarse, lo realmente relevante de toda la campaña mediática surgida desde las más profundas cloacas del Estado, es el comportamiento que respecto de las mismas y de su expresada voluntad de acatamiento de la Constitución vienen evidenciando PSOE y Unidos Podemos desde el Gobierno de la nación. Por consentimiento en el primer caso y por manifiesta hostilidad en el otro.

    Esa Constitución que juraron o prometieron respetar posibilita que tanto PSOE como UP puedan luchar en sana lid –incluso desde el Gobierno- por el cambio de régimen de la monarquía constitucional a una república. Cuentan con representación en las Cortes para intentarlo y puede que hasta con una nada despreciable masa crítica dispuesta a refrendarlo en el referéndum preceptivo. Ánimo, pues, valor y al toro. A buscar los 233 diputados precisos.

    Lo que no es de recibo es el burdo intento, desde la manipulación de los hechos, de la demonización y condena de un significado español con una hoja de servicios democráticos que ninguno de ellos alcanzará en su vida, al negarle su legítimo derecho a la presunción de inocencia.

    Hace ya tiempo que con el Gobierno Sánchez es dado asistir al insólito espectáculo de ver a los pájaros tirándose a las escopetas. Un atrabiliario Ejecutivo capaz de decir y hacer lo contrario de lo que dice o hace, inconsistente en sus planteamientos y líquido en sus actuaciones, desde un irredento cortoplacismo que provoca una continuada huida hacia adelante y que va achicando cada vez más el campo de la credibilidad y de la eficacia gubernativas.

    Por eso, más relevante que saber la suerte que correrá a un rey Emérito al que, diga lo que diga el Gobierno, protege la presunción de inocencia, lo verdaderamente relevante es saber hasta cuándo la mentira, la ignominia y esa cuádruple deslealtad de Podemos –a la Constitución, a la Monarquía, a la tarea de Gobierno y a toda la ciudadanía- siguen siendo el abonado caldo de cultivo del Ejecutivo que tenemos. Los españoles todos tienen la palabra.

    08 ago 2020 / 00:16
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