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Ni gilipollas ni tabernarios

    LOS partidos de la oposición no han asumido ni entendido lo acontecido en los comicios madrileños. Ya dijimos aquí que la gente no quería ni se fiaba de esos discursos políticos grandilocuentes del pasado, planteados desde el inicio por Iglesias y Sánchez en clave de fascismo o democracia. Y también advertimos que nadie se dejaba engañar con promesas imposibles, y menos aún confiaba en parches en forma de ayudas si no estaban destinadas a incentivar el mercado laboral. Ahora, tras los resultados, los derrotados se escandalizan, y hablan de su rechazo a la costumbre de irse de cañas o de abrir latas de berberechos (como Carmen Calvo), se refieren a votantes gilipollas (como insiste Monedero), o aluden a seguidores tabernarios (como hace Tezanos).

    Sorprende que, en lugar de hacer autocrítica, se denigre al elevadísimo número de votantes de Isabel Díaz Ayuso. No nos explicamos cómo personas con responsabilidades públicas se atreven a aplicar esos términos despectivos a más de la mitad de la población madrileña y, por extensión, a millones de españoles; como si todos esos ciudadanos fueran unos vagos fiesteros. Claro que no se trata de eso, sino precisamente de lo contrario: de un país y unos ciudadanos que quieren madrugar cada día para ir a trabajar y sacar adelante sus negocios. Parece mentira la reacción de algunos líderes políticos ante el resultado electoral; y más intolerable aún resulta su concepción de esos compatriotas a los que supuestamente representan. Lo que han demandado con urgencia y vehemencia los madrileños son políticas de empleo, bajadas de impuestos que atraigan a las empresas e incentiven el consumo y la inversión, eliminación de trabas burocráticas, libertad y confianza en sus negocios, etc. Madrid y el resto de España quieren levantarse. No se conforman con los ERE, los ERTE, o esos ingresos mínimos que, como se ha dicho mil veces, son pan para hoy y hambre para mañana. Y mira que ya lo advirtió Ayuso. Ella no estaba despreciando las colas del hambre. Al contrario, su objetivo era que los madrileños no se vieran obligados a tener que hacerlas. Sus contrincantes tergiversaron sus palabras, pero los ciudadanos, al parecer, las entendieron a la perfección. También dejó bien claro cada vez que se refirió a esas cañas que disfrutaban los madrileños que eran un símbolo, el complemento a los madrugones, el premio tras el esfuerzo de una larga jornada laboral.

    Mientras los políticos más radicales hablaban de épocas fascistas, de trumpismo, o de guerracivilismo, los votantes madrileños estaban probablemente recordando cómo habían llegado a Madrid desde los más diversos puntos de la geografía española en busca de oportunidades laborales, y no precisamente a tomar cañas. El presidente del CIS ha cuestionado la capacidad intelectual de Díaz Ayuso, y por extensión la de sus votantes. Pues bien, ahora es cuando se entienden las dudas sobre la miopía de José Félix Tezanos, quien no parece capaz de discernir, pese a los recursos de que dispone, el sentir de una población cuyas opiniones y necesidades debería conocer mejor que nadie. No, los madrileños no estaban pensando en tomar cañas, sino en poder servirlas.

    08 may 2021 / 01:00
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