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Ni jarrón ni chino

    LAXE exhibió ayer, en la entrevista que pudieron leer en estos lares periodísticos, una gran honestidad intelectual. Alguien versado como él sabe lo que hay que decir para llamar la atención en el maremagnum informativo. Uno puede emular a San Juan en Patmos y describir un nuevo apocalipsis, o apuntarse a las teorías angélicas que auguran un nirvana general en el que desaparecerán todas las plagas del virus y seremos como Adán y Eva antes del pecado. El matiz, el término medio, el claroscuro, no destacan lo suficiente. Parece que los tiempos que vivimos reclaman afirmaciones contundentes, hacia las que hemos visto deslizarse a no pocos colegas de don Fernando temerosos de quedar en ayunas de popularidad.

    El “nunca choveu que non escampara” es una sentencia contrastada por siglos de experiencia de un pueblo antiguo sobre el que tiene llovido mucho. A ella se apunta Laxe con un repaso realista a lo que está sucediendo y lo que nos espera. Leyéndolo se concluye que no se va a extinguir la civilización, ni siquiera Galicia, y que nos aguardan sacrificios que rendirán sus frutos. Más allá de sus opiniones concretas lo más balsámico de sus palabras es la forma de decirlas, ajena a criterios ideológicos cerrados que necesitan atacar a alguien para reafirmarse. Se leen, se comparten o rechazan, pero sin que uno tenga ganas de invadir Polonia como le ocurre a Woody Allen cuando escucha a Wagner. No transmite Laxe agresividad wagneriana sino sensatez.

    Aunque vaya en su carácter no es fácil practicar el yoga intelectual siendo expresidente. Hay muchas modalidades en el ejercicio de esa condición que no se agotan con la analogía que hace Felipe González entre el ex y el jarrón chino. Posiblemente sea una de las profesiones más arriesgadas. Está sometida a cantos de sirena del partido para que se bendiga a líderes mediocres en ceremonias en las que el ex oficia de reina madre. Intentan seducirlo las diosas de la venganza del otro lado para que descalifique a sus antiguos compañeros. Lo tientan con puertas giratorias como la que acaba de traspasar el catalán Montilla, o purgan sus pecados “capitales” al igual que Pujol o Ignacio González, o ejercen de árbitros parciales en el pleito venezolano. O simplemente se sumergen en el olvido privando a los nuevos de la sabiduría acumulada.

    Laxe no es jarrón ni chino. Quienes se acerquen a leer sus respuestas no encontrarán doctrinas prefabricadas que podría pronunciar como un loro cualquier otro portavoz. Hay en ellas realismo, esperanza y ni un solo reproche a nadie. Tampoco esa especie de desdén altanero que transmiten algunos ex, con el que se da a entender que tras su marcha sólo ha habido decadencia. Así que discrepen si quieren con su apoyo a la renta básica o sus ideas fiscales, pero admitan que la música es más de Mozart que del Wagner que incita a la batalla épica. Ha sabido encontrar la posición del ex útil que entiende la filosofía de la gente y la aplica a la hora de presentar sus análisis. Entrevistas como esta son una tregua en medio de tanto debate arisco. De paso reafirma la sana convicción encerrada en el proverbio que recuerda que incluso el diluvio escampó.

    28 may 2020 / 00:12
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