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No es país para jóvenes

    HACE unos días se hizo viral un discurso pronunciado por Ana Iris Simón sobre las dificultades que está atravesando la generación de los más jóvenes, los cuales estaríamos viviendo peor que nuestros padres. El diagnóstico es compartido por muchos. El problema reside en que, como bien ha indicado Rafa Latorre esta semana, los culpables y las propuestas realizadas por la escritora son una mezcla de “lo más reaccionario de la izquierda y de la derecha”, a saber: globalización, Unión Europea, desindustrialización, regulación del mercado inmobiliario y el demasiado énfasis en promover la inmigración y poco en el apoyo a la familia.

    Hoy España es mejor y no peor que hace unas décadas. El desarrollo económico y social ha sido considerable. Desde 1978 hemos tendido a converger en términos de renta per cápita con los países de la Unión Europea; la participación laboral de la mujer se ha prácticamente duplicado; nos hemos abierto al mundo; con el euro logramos una mayor estabilidad en los precios; hoy tenemos una mayor esperanza de vida al nacer y la mortalidad infantil es marginal fruto de un mayor gasto sanitario.

    Desde finales de los años 90 parecía que nuestra historia había acabado. El Estado del Bienestar daba las oportunidades y la seguridad necesarias para que los que se incorporaban al mercado laboral pudieran desarrollar sus proyectos de vida con cierta estabilidad. Caímos en la trampa del optimismo, la historia no había acabado. Cambiamos la agenda reformista por la comodidad de una burbuja que no se quiso ver.

    En la última década hemos padecido dos crisis económicas y los grandes perjudicados fueron los que no pudieron acceder a esas oportunidades y estabilidad ofrecidas en los 25 años previos, es decir, los jóvenes. Con los sucesivos gobiernos más pendientes en sobrevivir que en permitir una transformación de nuestra economía para absorber a las nuevas generaciones, se han exacerbado las disparidades intergeneracionales.

    Como muestran en un magnífico trabajo Ariane Aumaitre y Jorge Galindo, los que hemos nacido entre 1985 y 1994 somos la generación de la doble crisis. El resultado es que tenemos unos menores ingresos al comienzo de nuestras carreras laborales que los nacidos entre 1975-1984; lograr un empleo es más difícil; además de que formar una familia se aplaza fruto de una menor posibilidad para acumular riqueza durante la veintena.

    Lo que precisamos es una reforma educativa adaptada a las necesidades del si-
    glo XXI, un incremento de la oferta inmobiliaria y una mayor seguridad jurídica
    de la propiedad, crear un mercado labo-
    ral basado en la flexi-seguridad y no dualizado, políticas de conciliación familiar y una Administración que se endeude menos y gaste mejor.

    España no es un país para los jóvenes. ¿Lo será en 2050?

    28 may 2021 / 01:00
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