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Nuevo periodismo

    LA videoconferencia nos está llevando al detalle, no ya de los rostros, sino de las habitaciones. Hace meses, o años, había invitados que intervenían en los programas de televisión desde su casa, esto no es novedad, pero eso solía ocurrir porque les habían mandado un equipo desde la productora, con sus luces profesionales, con su montaje, con su cosa. Gente que no iba a los platós, por lo que fuera. Ahora todo tiene un aire más doméstico: no sólo porque casi todo se hace desde casa, sino porque en esos primeros planos el personal aparece rodeado de artilugios cotidianos. Que si un exprimidor, un horno microondas, un frigorífico ‘no frost’...

    Los más avezados van colocando la cámara apuntando a un fondo con libros, de lo que se deduce que en este país hay muchos libros, bastantes más de los que podría parecer en principio. Salen estanterías muy ordenadas y pulcras, y otras que muestran ese hermoso caos del que busca libros todos los días y no se atreve a desprenderse de ellos, por si hay que mirar alguna otra cosa. Los libros son como las cerezas: sacas uno y al final siempre vienen varios. No son pocos los que aparecen también con su gato o con su perro (Noam Chomsky, sin ir más lejos, aparecía frente a su biblioteca casera, acariciando a su perro, en un seminario que daba el otro día desde su domicilio).

    La falta de definición de las imágenes, junto a las conexiones inestables de vez en cuando, tienen la contrapartida de descubrir a gente en escenarios en los que nunca pensamos que llegaríamos a estar. Hay un plus de confianza si ves el frigorífico o el horno de alguien, salvo que sea Arguiñano cocinando, que ahí es normal. No digamos si lees los lomos de sus libros (o los lomos de sus gatos). Está naciendo un nuevo periodismo, que consiste en preguntar al invitado por lo que tiene al fondo.

    El otro día, en lo de Risto, alguien que estaba siendo entrevistado sobre asuntos de la política actual mostraba sobre las estanterías (al fondo, claro) las fotos de Felipe González y de Adolfo Suárez. De inmediato se le preguntó por eso: dijo que eran sus presidentes favoritos. Y añadió que las fotos no estaban allí por casualidad. Lo mismo pasó con otro, pero éste lo que tenía era el escudo del Atlético de Madrid. Por tanto, ha nacido el nuevo periodismo escrutador de fondos en las videoconferencias (se puede sustituir por un fondo virtual y se acabó el encanto). Al tener una referencia tan concreta, tan limitada, todo lo que aparece en imagen es de pronto extraordinariamente importante. Resulta paradójico que los invitados televisivos están más lejos que nunca, y, al tiempo, muestran su rostro apenas a unos centímetros de su cámara casera. Los sentimos más cercanos, increíblemente, y los aceptamos casi como familiares en el reino doméstico.

    Al tiempo que los entrevistados habituales van mejorando sus decorados (nunca sabremos qué grado de artificiosidad hay en ellos), muchos programas televisivos se han quedado también sin público en vivo. De pronto hay tenido que buscarse a gente que se haga presente también a través de sus cámaras personales. Todo es un sinfín de pantallas. Parece que, como en el fútbol, ese vacío es insustituible. La tecnología ayuda, pero hasta que no vuelvan las personas de carne y hueso nada será lo mismo.

    23 may 2020 / 00:13
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