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Reseña Musical

Nuno Coelho: Arnold Schönberg y L.v. Beethoven, con la “RFG”

    Concierto de la “RFG” dirigido por Nuno Coelho en el Auditorio de Galicia-20´00 h.-, sesión que se recupera en parte de las programaciones del curso anterior, justo cuando la temporada sufrió el apagón a consecuencia del obligado confinamiento. Para la jornada, dos obras: “Noche transfigurada” de A. Schonberg, en la versión de 1943 y la “Sinfonía nº 5, en Do m. Op. 67”, de L.v. Beethoven. Nuno Coelho se formó como violinista en Klagenfurt y Bruselas antes de probar en la dirección en la que muestra una trayectoria consolidada ya que en su haber, figuran primeras referencias: la Royal P.O.; la Orchestre National de Lille; la BBC P.O.; la Dresden Philharmonic; la Bayerischen Rundfunk; la Hamburger Symponiker y la O. Gelbenkian, perteneciente a la fundación de la que recibió una beca en 2014. También la “OSG” le tuvo dentro de sus actividades. Fue asistente de la Nederlands P.Orkest y de la Concertgebouw de Amsterdam, aspecto que se añade a la presencia en masters con Daniele Gatti, Susanna Mälkki, Andris Nelson, Christoph von Dohnanyi y Bernard Haitink o Marc Albrecht, con el que colaboró en el “Parsifal” wagneriano. Un ámbito en el que destaca es el medio escénico operístico, el que dirigió “La Traviata”, “Cavalleria Rusticana”, “Rusalka”, “Das Tagebuch der Anna Frank” y un ”Fidelio”. En 2017, había ganado el prestigioso “Concurso Int. de Dirección” de Cadaqués.

    Arnold Schönberg con “La noche transfigurada”, estrenada en el Wiener Tonkünslerverein, de la que fueron protagonistas el “Cuarteto Rosé” y dos miembros de la Filarmónica de Viena y que recibió un trato dividido ante un público desconcertado, entre el que se encontraba su compañero de andanzas Anton Webern. El autor, no asistió a esa prueba aparente de fuego, siendo un trabajo en la vertiente expresionista que ponía los primeros eslabones de lo que vendría a partir de posteriores experiencias. Curiosamente, dentro de la crítica especializada el “Deutcher Tonküstlenvrein”, de Berlin, mostraría interés por ella. Para Egon Wellesz, esta obra es significativa en un doble sentido en cuanto a una reorientación ético-literaria y de una transformación de la forma musical. El poema que se convierte en sustrato de ella, tomado de la colección “Weib und Welt”, de Dehmel, muestra el diálogo de un amante con una muchacha que lleva en su seno un hijo de otro. Típico tema del estilo del poeta, cargado de intenso “pathos”, idea o modelo de una sexualidad que buscaba dilucidar sus obsesiones.

    Desde el punto de vista estilístico-musical y formal, el sexteto resultante, se aproxima a los dominios de la música programática, una música intensamente descriptiva que pretende definirse en tonos y fenómenos extramusicales . Pero así como la herencia todavía vigente de Ferenz Liszt y los allegados del norte de Alemania componían sus poemas sinfónicos para gran orquesta, como es el caso de Richard Strauss con “Till Eulenspiegel”, “Do Juan” o “Así hablaba Zaratustra” o “Muerte y transfiguración”, Schönberg, como otros eslavos afines, trasladará el principio descriptivo a este espacio camerístico. Su amigo Anton von Webern, subrayará la peculiar autonomía, dentro de las intimidades del ejerció que domina con virtuosismo. “La noche transfigurada Op. 4” muestra la sobreabundancia del entusiasmo temático y la libertad de su arquitectura, realzados por la personalidad de los giros armónicos y melódicos. La confirmación tendrá su cita un 18 de marzo de 1902, y diez años después, Dehmel, tendrá la ocasión de escucharla en Hamburgo, en una versión del violinista Heinrich Bandler.

    El sexteto “Noche transfigurada” (Verklarte Nacht), no perderá el aprecio del autor y para ejemplo, las versiones ampliadas para orquesta, las dos que acabará realizando, una poco después, en 1917 y la más tardía en 1943, la que escucharemos esta vez, de 1943. La primera se dio a conocer en Viena, capital añorada y despreciada a un tiempo, por los amargos destinos que jalonaron su biografía, antes del obligado exilio en California y que en ese compromiso, el autor se hizo responsable de una nueva propuesta. Siempre convendrá recordar que las influencias wagnerianas, pesan de manera ostensible sobre los compositores de esta generación El trabajo orquestal de las versiones que con regular frecuencia se pone en atriles, queda a considerable distancia de la original para sexteto de cuerdas, con lo que la independencia presumible, ayuda a entendernos con el Schönberg de talante expresionista.

    La “Sinfonía nº 5, en Do m. Op. 67”, de Beethoven, la leyenda dirá de ella que el estreno duró casi cinco horas, y el concierto del 22 de diciembre de 1808, dirigido por el autor, presentó un programa desquiciante: “La Sinfonía Pastoral”, un aria para voz solista, algunas marchas e himnos, el “Gloria” de la “Misa Op. 86”, el “Concierto para piano Op. 58”, la “Fantasía Op. 80”, además de algunas improvisaciones del interesado al piano, en un auténtico desafío a la resistencia de los asistentes. No se presentó bajo buenos auspicios, sobre todo por el aria “Ah! pérfido”, programada para una estrella naciente, una tal Anna Miller, que dio el plantón unas horas antes, obligaría a su sustitución por una principiante.

    Jan Swaford, en este festín de analistas, pondrá su vela en el análisis de la obra, tenida por impulsiva, ominosa y fatídica. Concebida y esbozada al principio en el mismo arrebato creativo que dio origen a la “Heroica”, la “Quinta” transcurre en un mundo muy diferente al de la “Tercera”, pero posee el mismo tipo de narración dramática. En su apreciación estará más unificada en su narración y en su material que cualquier otra. Más allá de ello, la esencia de esa unidad será trasmitida por la cosa más simple posible: un tamborileo de cuatro notas, un ritmo primario. Ese ritmo saturará el primer movimiento y regresará con diferentes apariencias hasta el final. La esencia de la narración residirá en cómo es transformado ese motivo. De este modo, la idea principal no será un tema, sino un motivo. Tras la tempestad de este movimiento llega súbitamente “in media res”, con su cantarín tema en los chelos como un oasis y un consuelo, lo que el autor rotuló en el primer esbozo del tema principal como “Andante quasi minueto”. El “Andante con moto” es coherente en su forma, aunque singular: alterna dobles variaciones, primero sobre el tema del chelo y luego en un segundo tema.

    El tiempo siguiente podrá ser un “scherzo” por métrica, pero su tono apenas se ajusta a su habitual carácter lúdico y está impregnado de la beethoveniana atmósfera en Do m. Hay una murmurante frase de los bajos, luego una llamada de las trompas a la que responden los vientos con un tema suavemente agresivo. La música caerá en una misteriosa textura de cuerdas y vibrantes timbales. Su antecedente es el “Caos” de Haydn, que prepara el surgimiento de la luz. Del mismo, irrumpe como un fogonazo en Do M., el “Finale”, cuya esencia radica en los metales. Su estilo recuerda la forma sencilla y directa de la música revolucionaria francesa, y semeja un grito de libertad y liberación. Para intensificar el peso y la flexibilidad de los metales, Beethoven añade trombones a las trompas y trompetas, casi por primera vez en una sinfonía.

    25 feb 2021 / 01:00
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