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Ofertas con guiño económico

    A punto de arrancar un nuevo curso político, algo que no quita o resta el sueño a ningún ciudadano salvo los que se dedican a la política y esperar o retener el poder o alcanzar el mismo, no dejan de saltar a los medios anuncios de todo tipo de medidas, desde la subida pírrica pero no insignificante del salario mínimo, a que una comunidad autónoma suprime su carga impositiva propia –algo que ignoran la inmensa mayoría de los mortales entre propios, ajenos, del Estado, transferidos y toda la retahíla recurrente y martilleante–, y los mazazos de los precios de la luz. Piensen ustedes en el recibo de la luz personal de las familias y el de un autónomo donde la energía eléctrica es clave para el desarrollo de su actividad profesional o comercial.

    A la espera de la llegada masiva de los fondos comunitarios está o queda claro que el debate y la crispación política se centrará no en si se renueva el poder judicial y la mitad de los órganos constitucionales, si no en dónde, a qué comunidades, en qué cantidad, etc., será repartido el maná celestial de fondos que esperemos no acaben en la enésima reedición de un plan E que no sirvió absolutamente para nada salvo para aceras, carriles bici y sí, muchas rotondas. España el país de las rotondas.

    Empieza o arranca un año de mucha polarización y exageración verbal. Hojarasca en estado puro donde la fricción y el voltaje escénico de los partidos y portavoces rozará el histrionismo sacado de todo contexto. Todo vale en el país de la simpleza y el devaneo con lo superfluo y sin que, verdaderamente, lo público, lo de todos, la res publicae, que nada tiene que ver con la república –tranquilícese la platea aquiescente–, pasa a un discreto y simulado segundo plano. Preparémonos para el espectáculo si no preferimos ver cualquier serie televisiva, incluso española que han ganado mucho en calidad, contenidos y guion. Las cosas por su nombre.

    Avanzamos, crecemos, pero no terminamos de salir del pozo de cierta indiferencia entre los países más económica y socialmente más avanzados. Ese es el triste sino de una realidad que nos empeñamos en no querer ver. Viva el turismo, la subvención, la charanga y pandereta, el erte y a vivir.

    Y así nos va. A lomos de una mula vieja cada vez más ciega y tuerta. Y eso que ya ha llovido. Somos pueblo que se empeña o aferra en no querer aprender de sus errores, ni viejos ni, menos, nuevos. Tal vez mañana cuando nos despertemos de la letargia perenne en la que nos hemos apoltronado y galvanizado sea, quizá, demasiado tarde.

    Pero de angustias no sufren quienes lideran o tratan de aparentar liderar. Tal vez en lo privado la cosa sea distinta. En lo público, desde luego que no. Mas eso sí, no pierdan ni paciencia ni aquiescencia, el españolito carga y puede con todo. Siempre lo hemos hecho. Dios haga tontos que donde hay listos, zorros no crecen. Amén.

    02 sep 2021 / 00:31
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