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Pablo, cuidado con los idus de febrero

    UN observador de la política que, situado desde la cómoda distancia de su atalaya, quisiere posar su vista en la más actual situación política española tendría por fuerza que abominar –aunque fuese temporalmente– del primero de los artículos de su código deontológico, aquel que impone la fría observación y a dejar de lado los sentimientos más inmediatos para que su juicio resulte de la imparcialidad posible. Pero hay ocasiones en que la visceralidad rompe los diques de contención por muy densos que aquéllos sean.

    El deleznable espectáculo de una recua de parlamentarios abandonando a su líder caído hace que nos reencontremos con la más fea de las faces de esa Jano política, tapando o difuminando la otra más bella, la de la Política con mayúscula, aquella que según las teorías que aprendimos debe tener como fin ultimo su propensión a la felicidad de los ciudadanos. ¡Qué triste espectáculo!

    Es difícil elegir como más apropiado un calificativo acorde al caso: traición, cobardía, ingratitud, desvergüenza, acomodación, u otros más. Puesto en el trance de elegir, me inclinaría por este orden: acomoda con desvergüenza, cobardía e ingratitud. El calificativo de traidores lo reservo para causas más trascendentes.

    Eludo, de modo voluntario, al recurso fácil de apelar a figuras y antecedentes históricos. Vivimos en pleno siglo XXI y a pesar de ello la conducta humana sigue manteniendo imperfecciones ancestrales. El caso que nos ocupa nos permite esta triste constatación. Hoy no son puñales ensangrentados los que abaten, dicho sea en vis metafórica. Tampoco ahora el abatido no podrá, con estupor, reconocer entre sus asesinos a uno muy determinado. En el caso presente son todos, excepto tres, los que abandonan al caído.

    Con esa frialdad de que debiera dotarse el analista como se decía al principio, lo acontecido no pasaría de un mero accidente, el caso comentado, con una trascendencia relativa. Pero otra vez más la visceralidad se impone. El espectáculo tiene connotaciones que pueden ser perdurables, entre ellas la muy importante sobre el nivel de confianza y fidelidad con las que un líder puede contar. ¿Esa ductilidad tan evidenciada en las últimas horas son la mejor tarjeta de presentación para adhesiones futuras? Lo dejamos en duda. La hipocresía suele ser aliada de la infidelidad.

    25 feb 2022 / 01:00
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