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Pagar y pedir

    QUISO la circunstancia que nos encontrásemos discutiendo al mismo tiempo sobre dos cuestiones bien dispares que, sin embargo, confluyen en un solo asunto. Una es la multiplicación de grupos de empresarios y trabajadores que, por causa de las consecuencias de la pandemia actual, piden ayudas al Estado y a las demás administraciones para hacer frente al deterioro de sus economías e ingresos. La otra es la que ha suscitado la fuga de territorio nacional, hacia Andorra, según dicen, de unos tipos que viven del cuento, con el objeto de eludir sus obligaciones fiscales.

    Los primeros, pues, piden al Gobierno que les ayude a sufragar aquello que, involuntariamente, no son capaces de lograr por sí mismos. Y creen, se supone, que cuando las necesidades se extienden socialmente los poderes públicos tienen la obligación de atender a sus ciudadanos. De uno en uno, no, pero todos juntos y muchos, sí.

    Es difícil discutir ese pensamiento, pero se le puede anteponer otro que, sin embargo, hasta los propios interesados en las demandas de ahora suelen negar y negaron ya cuando las cosas no les iban tan mal. Entre los empresarios, comerciantes, hosteleros y hasta trabajadores, dependientes y autónomos, que ahora acuden en demanda de ayuda a las arcas públicas, no siempre se mostraron dispuestos a cumplir sin elusión sus obligaciones fiscales. Siempre eran excesivas, como ahora dicen que es demasiado escaso lo que reciben.

    El equilibrio entre ambas situaciones, la de aportar cuando se puede y pedir cuando se necesita, sin embargo, se han de complementar necesariamente. Y de no ser así, cuando llegue una de estas situaciones en que el Estado ha de acudir en ayuda de grupos sociales en situaciones extremas, se encontrará debilitado, incluso impotente, y obligado a entrar en una dinámica económica de insuficiencia y endeudamiento, que incluso puede llevar al sumidero de la recesión, que es el empeoramiento de toda dificultad. Es una amenaza que asoma al momento de España.

    Se puede discutir, pues, si los impuestos que se pagan son muchos o pocos, justos o no, pero no se puede desatender la obligación democrática de mantener un Estado fuerte, saneado al menos, que esté siempre en condiciones de atender las necesidades de sus ciudadanos. Y para eso hay que mostrarse tan dispuesto a pagar como a pedir. Discutiendo lo que se quiera, pero cumpliendo con lo que se deba.

    Y llegados aquí, sí que hay algo más sobre esos que se han fugado, ¿cómo se diría sin ser maleducado?... Esos arreglan lo suyo sin contar con las necesidades de los demás. Son mala gente.

    04 feb 2021 / 01:01
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