Pandemia, aprendizaje y tecnologías
PENSÁBAMOS que iba a durar unos meses, pero ahora sabemos que la pandemia estará con nosotros como mínimo un año más. El mundo no se puede ni se debe paralizar por esta circunstancia adversa. Cuando tengamos esto asumido, y no será fácil hacerlo, pues tiene implicaciones afectivas y sociales a las que debemos ir adaptándonos, será hora de avanzar en nuestro compromiso a nivel personal y a título colectivo para sacar adelante las tareas que tenemos encomendadas.
En líneas generales casi nadie ha hecho dejación de sus funciones en estos ocho meses transcurridos desde la llegada del virus. Pero ahora toca dar un impulso a los sectores de los que nos ocupamos.
En el ámbito universitario se sacó el pasado curso adelante, y estamos trabajando con todas las precauciones sanitarias en el que acabamos de comenzar. Estos meses nos han permitido sacar ya algunas conclusiones. Por ejemplo, que con medios limitados convertimos nuestros hogares en despachos y dedicamos más horas que nunca a tareas docentes, de investigación y de gestión.
También comprobamos cómo los jóvenes, supuestamente los grandes aliados de las nuevas tecnologías, padecen una notable inseguridad, e incluso sufren brotes de ansiedad ante la necesidad de seguir su proceso de formación y aprendizaje de forma virtual.
El nuevo escenario ha puesto en evidencia la importancia e inevitabilidad del profesor en todos los
niveles educativos, de eso no cabe duda; y la presen-cia física del docente ha-
brá de recuperarse de forma plena tan pronto como sea posible.
Mientras tanto, es imperativo acompañar y alentar a los discentes, formarlos en nuevas competencias y metodologías que, a buen seguro, redundarán positivamente en su futuro académico y profesional.
Nuestros jóvenes están descubriendo que las redes sociales, las aplicaciones informáticas y las nuevas tecnologías sirven para mu-
cho más que chatear, flirtear, atraer seguidores, o conseguir popularidad. Hasta los más pequeños están aprendiendo a pasos acelerados a utilizar sus ordenadores, a los que hasta ahora acudían básicamente para jugar y ver vídeos.
Todos hemos comprobado cómo esas redes sociales que tanto apreciamos no son ni pueden ser sustitutivas de reuniones y encuentros presenciales que tanto se echan en falta ahora y que, por el bien de todos, hay que evitar mientras las autoridades sanitarias así lo indiquen.
Por poner un toque de esperanza en estos tiempos adversos, alienta pensar que cuando venzamos a la pandemia habrá una generación de jóvenes que, si bien apreciarán y valorarán más que nunca las formas de sociabilidad y afectividad presenciales, pues habrán aprendido que las alternativas virtuales son insuficientes, frustrantes y aislacionistas, serán más competentes y excelentes en el uso de las nuevas tecnologías para lo que de verdad importa, que es complementar su proceso de enseñanza y aprendizaje, ampliando sus capacidades y sus posibilidades de inserción laboral.