Santiago
+15° C
Actualizado
sábado, 10 febrero 2024
18:07
h

Pandemia: redescubrimiento de valores

    UNA PANDEMIA QUE nos desborda y de pronto... ¿cada uno a lo suyo? Esta podría ser la idea que resumiría lo que se percibe en el ambiente de estas semanas, en medio de lo que se ha querido llamar desescalada, nueva normalidad o cosas por el estilo. Palabras que dicen y no dicen. Términos cada vez más manidos y menos comprendidos, quizás porque también han surgido como improvisadamente, en medio de una situación difícil de entender para todos.

    En mayor o menor medida, todos nos hemos visto superados en estos duros y complicados meses. Normal. Nadie estaba preparado. Y, aunque lo estuviera, posiblemente el resultado no fuera muy diferente en muchos aspectos. Pero, aun así, parece como si de la tan loada y necesaria solidaridad, hayamos vuelto a pasar a la más pura y cruda individualidad. Del apoyar y extender la mano, al tirar y esconder la piedra... o al sálvese quien pueda, en el peor de los casos.

    A lo largo de este tiempo han surgido mil y una voces aportando su granito de arena a lo que la pandemia les “ha enseñado”. Y todos los comentarios merecen consideración y aprecio. De todo y de todos se aprende. Pero surge un interrogante obligado: ¿a nivel general, como seres humanos y como sociedad, hemos sacado algo en limpio, al margen de esas consideraciones personales, muchas de ellas repetidas hasta la saciedad?

    Quizás sí... ¡ojalá! Eso sería lo deseable. Aunque, aplicando esta nueva terminología “que ha venido para quedarse” (como tantas cosas más) habría que poner esa afirmación en “cuarentena”. Puede que desde ahora, todo -o casi - haya que ponerlo así “en cuarentena”, es decir, en espera, en stand by (como se decía “antes de...”). Porque esta pandemia nos ha desbordado y, si ya antes era complejo dar respuesta a la retórica y consabida pregunta existencial del “¿de dónde venimos y a dónde vamos?”, ahora, más difícil todavía. Chi lo sa?... Me refiero al nivel más plano y chato, a ras de tierra, no a respuestas o consideraciones de tipo filosófico, antropológico o teológico, en las que no corresponde ahora entrar.

    Aprender, lo que se dice “aprender” (en su acepción latina de “abarcar global y completamente un conocimiento”) no hemos aprendido mucho o, dicho de otro modo, parece que la pandemia nos “ha enseñado” realmente poco: ¡incluso nos liamos con el uso de las pobres mascarillas!... antes, ahora y presumiblemente en el futuro. Una “nimiedad” más que también lleva a pensar no poco...

    ¿Entonces?... De nuevo otro interrogante: si todo lo pasado no nos ha enseñado lo suficiente, realmente ¿qué pasa?... ¿Estamos tan desbordados, descolocados, perplejos... (como parece que estamos y por tanto no tenemos capacidad de reacción o de tomar las riendas de lo que todavía nos supera) o es que la inercia humana es tal que, pase lo que pase, cada uno quiere y querrá mantener siempre y a toda costa su “cuota de autonomía” y su mal entendido y gestionado “ámbito de libertad”, para seguir conservando sus ideales, sus costumbres, sus afanes... o manías?

    No cesan –más bien se acrecientan- los rifirrafes, los ataques violentos y/o velados, verbales y/o físicos... en fin, nada nuevo. Insisto: ¿hemos aprendido algo... de verdad? Y, lo que es más inquietante... ¿nos ayudará todo esto a seguir adelante haciendo de nuestro mundo un hábitat más humano, más cabal, más justo, más cordial?...

    Es necesario avanzar (“quien no avanza retrocede”) y además hacerlo al ritmo que este tiempo nos impone. La Historia (con mayúsculas) es maestra en la materia. Basta hurgar un poco en ella para darse cuenta. La vida de nuestros antepasados –ya sea la de hace milenios, siglos o decenas de años- es una muestra palpable de que la capacidad humana para sobreponerse, para remontar, para mejorar no tiene límites... Y, dicho sea de paso, pero con toda la intención del mundo, en esa Historia, “nuestros mayores” (que no son una “cifra”, un “número” o un “colectivo” aparecido de repente ahora en este nuevo léxico y contexto) han estado, han sido y son, por fortuna, un referente, un espejo en el que mirarse: libros abiertos, vidas curtidas que hablan por sí solas, sin necesidad de palabras. Y no están tan lejos: los tenemos a nuestro alcance, a tiro de piedra... aunque, lamentablemente muchos, cuando nos miran, muestran en sus rostros la perplejidad de quien no sabe qué está pasando a su alrededor, aunque lo sepan todo y más... ¿Y si nos parásemos a escuchar sus voces, a sumergirnos en sus relatos, a seguir sus consejos o, simplemente, a contemplar sus vidas...? No sé si está incluido entre las medidas de la “nueva normalidad”. Pero ¡por probar!... Puede que ellos sí que nos enseñen todo y más, al tiempo que les estaremos dedicando la merecida atención que les debemos y requieren, al margen de cuestiones morales –que también-, y no ahora más que nunca. Siempre.

    Es momento de aprender, de reflexionar, de ir al tiempo de los tiempos, de mirar más allá de uno mismo... Es momento de evitar no verse atrapados nuevamente por otro -u otros- desbordamientos... Es momento de caminar en buena sintonía, siguiendo el ritmo que la vida pauta, yendo al mismo compás... como debe ser, para mantener la armonía o, para que, siguiendo el mismo símil cadencioso, la música de las esferas continúe transmitiendo nuevas y buenas vibraciones. Siempre es momento. Siempre hay tiempo. Siempre.

    29 jun 2020 / 00:00
    • Ver comentarios
    Noticia marcada para leer más tarde en Tu Correo Gallego
    TEMAS
    Tema marcado como favorito
    Selecciona los que más te interesen y verás todas las noticias relacionadas con ellos en Mi Correo Gallego.