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¿Para qué tenemos dos ojos?

    MUCHAS veces, desde que era niño, pensaba si solo era yo quien se hacía preguntas absurdas. Afortunadamente a lo largo de los años me fui encontrando con personas por el mundo que me reconocieron que ellos también se las hacían, e incluso en ocasiones de risas o intimidad suficientes, descubríamos preguntas que nos eran comunes. Lo cierto es que desde que nacemos, damos por hecho muchas de las cosas porque la vida nos las ha otorgado, o porque nuestros padres o el sistema nos han proveído de ellas. Al menos en nuestro mundo, en este lado del mundo.

    Cosas como tener dos manos o dos pies, nos parece tan natural y lógico que ni nos lo planteamos, pero es que incluso se tardan bastantes años en comprender, y es una buena señal que así sea, que para que la nevera esté llena de lo que nos gusta comer, papá y/o mamá trabajan para ganar dinero con el que nos compran esas cosas que cogemos del frigorífico.

    Es más, excepto que un niño viva una situación de precariedad por culpa de que el padre o la madre, o ninguno de los trabaje, ni siquiera se va a plantear la posibilidad de que eso fuese de otro modo.

    Y así vamos creciendo en una especie de semi inconsciencia con muchas de
    las cosas que vivimos o que tenemos, como si fuera necesario perderlas para va-lorarlas cuando, y siguiendo con el desarrollo filosófico de la pregunta que en-
    cabeza este artículo, deberíamos aprender, deberíamos saber que todo en la
    vida tiene una razón de ser y estar, y en nuestro cuerpo también.

    Pero lo que muchas veces sucede es que una vez que asociamos cualquier cosa a una función o misión práctica, ya no somos capaces de ver más allá de lo obvio y perdemos un gran abanico de posibilidades de la potencialidad de desarrollar nuestra inteligencia o nuestra humanidad desde una función o un órgano.

    La mayoría de las aves no duermen desconectando todo el cerebro a la vez, sino que van desconectando a intervalos de minutos los hemisferios derecho e izquierdo, lo que les permite seguir volando o estando en alerta mientras duermen. Pues bien, todos hemos jugado alguna vez a cerrar un ojo y lo que observamos inmediatamente sin entrar en otras consideraciones de enfoque, ajuste de las distancias, etc, es que perdemos visión angular a derecha o a izquierda en función del ojo que mantenemos abierto. Y entonces yo me preguntaba desde niño, ¿por qué no tenemos dos ojos delante y dos detrás, o uno solo encima de la cabeza que pueda girar 360 grados y así tendríamos una visión panorámica total? Absurda pregunta, ¿verdad?

    Años después y con más experiencias vividas y habiendo reflexionado mucho sobre el tema, me di cuenta de que más allá de lo obviamente práctico, lo realmente importante y trascendente de los ojos no era ver, ni siquiera mirar, y eso que ya hay una gran diferencia. Un ojo abierto siempre ve, es algo inconsciente e involuntario, pero no quiere decir que esté mirando, lo que requiere una intención de realmente ver lo que se ve. Lo realmente importante y trascendente es observar, que implica ponerle una intención más allá, más profunda que la intención de mirar, lo que es algo material, algo fisico.

    Sería la diferencia en inglés entre behind (detrás de...). behind the table (detrás de la mesa), que expresa algo físico, o beyond (detrás de...), beyond the form (detrás de la forma, más allá de la forma), que expresa algo inmaterial y más profundo. Pues bien, descubrí que tenemos dos ojos por una razón beyond... más allá de aumentar el ángulo de visión. Y se me armó el puzzle de mi teoría una tarde de hace 10 años, un 24 de diciembre en el metro.

    Yo volvía a Barakaldo con mis sobrinos Eric e Ian después de haber estado paseando
    por Bilbao y nos dirigíamos ya a casa de mi madre, donde íbamos a celebrar la cena de Nochebuena junto a toda la familia. Entramos en un vagón y nos senta-mos en el típico espacio que hay de cuatro asientos, dos y dos. Mi sobrino pequeño, Ian, se sentó sobre la ventana a mi lado
    y su hermano Eric frente a mi, así que quedaba libre un asiento justo a su lado sobre la ventana.

    Veníamos charlando animadamente, riéndonos por bobadas que yo fomenta-
    ba viendo la alegría de mis sobrinos. Al
    no vivir yo en Bilbao desde hace muchos años, las navidades se convierten en
    momentos mágicos para disfrutar y pasar tiempo con toda la familia pero especialmente con los niños. Así que era un momento muy alegre.

    En una estación entró un hombre con cara de muy cansado y con ropa muy humilde de venir de trabajar en algo muy duro sin duda. Muy educadamente,
    pidió permiso para cruzar nuestro es-
    pacio y sentarse en el hueco que queda-ba. Yo me conmoví al mirarle y le miré con ternura y esbozando una respetuosa sonrisa le dije “buenas tardes”. El hom-bre me respondió igual pero sin son-
    reír y yo me di cuenta de que ese rostro llevaba mucho tiempo sin hacerlo. Sus ojos hundidos, su mirada triste que aún recuerdo, su respiración agitada, sus arrugas, sus manos gruesas y callosas
    denotaban una vida dura.

    Mientras, mis sobrinos, con su inconsciencia infantil seguían a sus risas y yo con ellos con un ojo, con el otro miraba profundamente al señor tratando de enviarle mentalmente amor y dulzura. Llegamos a Barakaldo y al levantarnos mis sobrinos y yo, me giré y le dije al señor que seguía camino un “buenas tardes”, con una sonrisa, un respeto, y un reconocimiento llenos de dignidad hacia él como no lo he hecho en mi vida hacia ninguna personalidad con la que haya podido estar.

    Al salir del metro, les pregunté a mis sobrinos si se habían fijado en aquel hombre que se había sentado a nuestro lado. Me dijeron que no obviamente, y entonces les pregunté si sabían para qué teníamos dos ojos y les expliqué que teníamos dos ojos porque uno es para mirar y disfrutar de la alegría y la belleza de la vida y del mundo, y el otro para ser capaces de ver y observar las situaciones feas y duras de la vida y poder enviar amor y sonreír, y dar dignidad y ayuda a quienes las están viviendo. Para eso creo que tenemos dos ojos. Y ambos deben ser usados, ¡ambos!

    26 jun 2022 / 01:00
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