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Pedro ‘El hechicero’

    el reciente acuerdo del Gobierno con la FEMP solo hace aumentar la leyenda que rodea a Pedro Sánchez. Sus gestas del pasado palidecen al lado de lo que acaba de conseguir con el correoso municipalismo. Ni siquiera la cumbre europea en la que entró como víctima y salió a hombros de lo suyos, puede compararse a esto. ¿Qué son Junqueras, Urkullu, Iglesias, Merkel o el holandés aquel que llamamos frugal, al lado del alcalde de Vigo? Unos aficionados en el arte de la política.

    Abel está curtido, la política no tiene secretos para él, se las sabe todas. Prueba de ello es que funda y consolida un reducto municipal inexpugnable en medio del océano de votos de Feijóo, contra el que levanta las banderas de la autonomía local para convertirse de hecho en la única oposición real al PP gallego.

    Vigo se refundó con él para ser una ciudad-estado que en las últimas municipales extendió su dominio hasta conquistar instituciones adyacentes. Entonces ¿qué pasó en los encuentros de Abel con Pedro para que el regidor de todos los regidores arriara la bandera y admitiera un pacto que sólo se entiende con la pura disciplina de partido?

    En suma, el Gobierno se queda con el dinero municipal a cambio de un fondo difuso y condicionado. Antes ya lo hiciera con el autonómico. No es la administración más lejana la que socorre a la más cercana a la gente, sino al revés y además se trata de un sablazo obligatorio que linda con la intervención pura y dura. Es como si la Unión Europea arrebatara el superavit español, en caso de que lo hubiera, para después otorgarnos una subvención. En consecuencia, la autonomía del poder local queda derogada.

    El alcalde de Zalamea se sublevó por mucho menos y sin embargo quien es el máximo exponente del municipalismo, el mismo que no se pliega ante los ataques “insidiosos” de Feijóo y enciende alumbrados que pueden ser vistos desde la estación espacial, calla y otorga. En otros casos la pleitesía obedece al instinto de supervivencia.

    Es lo que le ocurre al otro Caballero que enfoca su campaña electoral exhibiendo como principal valor añadido su proximidad a Sánchez, con unos resultados que ahorran cualquier comentario sobre el acierto de semejante estrategia.

    Sin embargo, el tío no precisa ese refuerzo. Su poder es suyo. Nadie que no sean los vigueses sustenta su autoridad. Fuera de Vigo no le debe nada a nadie. Cuando logra su primera mayoría absoluta Pedro Sánchez era tan solo un alevín al que nadie podía pronosticar el futuro glorioso que después tuvo, así que en esas reuniones Abel Caballero representaba la experiencia y los triunfos forjados voto a voto, no con complejos apoyos contorsionistas.

    De ahí el sorprendente resultado. Nada pudo ofrecerle el presidente al alcalde que ya no tenga o haya tenido. Tampoco es el regidor alguien fácil de presionar y en consecuencia sólo queda la hipótesis del hipnotismo, mediante el clásico péndulo o alguna otra fórmula hechicera.

    En cuanto el alcalde despierte se dará cuenta del mal paso que acaba de dar, dañando su mito quizá para no conseguir nada si finalmente la rebelión consistorial contra el acuerdo prospera.

    Otra leyenda, sin embargo, se agranda. La de un presidente con poderes paranormales.

    12 ago 2020 / 00:15
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