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Peor para Galicia de lo que parecen

    MERCED a los presupuestos en vigor, aquellos de Rajoy que fueron asumidos por Sánchez hace ya dos años y medio, después de haberse opuesto el PSOE, ayer se puso la primera piedra para enlazar la AP-9 con la A-54 (Santiago-Lugo), dar servicio a los polígonos industriales, mejorar la movilidad en la zona noreste de la capital gallega y conectar directamente con el aeropuerto de Lavacolla.

    Es lo que se conoce como el enlace orbital, una obra que ya debería estar terminada, o a punto, así como la mayoría de las que ahora se nos vuelven a vender en los presupuestos del Estado, que estos días el Gobierno negocia con los socios de la investidura, los mismos que le auparon en la moción de censura, salvo alguno que ahora no necesita, como es el caso del BNG. Imagino la sensación de trapo para usar y tirar que sentirán algunos si el desprecio finalmente se consuma.

    El enlace orbital y otras obras, como las de la catedral de Santiago o del AVE, corresponden a ejercicios pasados. Los que vienen, por el contrario, no van a ser los presupuestos de Galicia, ni siquiera los de España. Por las noticias con las que nos despertamos cada mañana, en materia de gasto y otras prebendas extrapresupuestarias, van a ser los de Cataluña y País Vasco. En los ingresos no, aportaremos todos, no solo ahora sino durante muchos años en los que habrá que devolver la deuda.

    Convendría saber, en aras a la tan pregonada transparencia, qué otras cesiones políticas se pactaron. En materia penitenciaria, por ejemplo. Me parece bien que se acerquen presos a sus domicilios y se concedan indultos, pues ambos supuestos los permite la ley cuando se cumplen los requisitos exigidos, pero estas cuestiones como la de los desahucios que plantea Podemos nada que ver tienen con las cuentas.

    El BNG anuncia que los rechazará. Esperemos que no sea por despecho. Tengan Pontón y Rego por seguro que si fuera necesario su voto Sánchez diría sí, porque el papel lo soporta todo, aunque después no cumpliera la prometido, como muy bien sabemos todos, empezando por los nacionalistas gallegos. De los acuerdos firmados con ellos hace casi un año, a día de hoy ni un solo punto se materializó. Pero no hay mal que cien años dure: tienen la ocasión de aprender que al independentismo vasco y catalán Galicia les importa lo mismo que el resto de España, menos que un pimiento de Herbón.

    Y Caballero, el hombre de Sánchez en Galicia, debiera buscar explicaciones más solventes que pregonar la bondad de las cuentas públicas porque pensionistas y funcionarios gallegos van a recibir el mismo incremento que los del resto de España, lo que en cifras absolutas supone un menor porcentaje para Galicia. En todo lo demás no resisten comparación. Ni con los anteriores, que destinaban más inversión, y menos con lo que se promete a Cataluña y País Vasco.

    Claro que es posible que nada de esto ocurra por la sencilla razón de que los cumplimientos de Sánchez brillan por su ausencia. Todo el mundo coincide en que las cuentas están infladas, que los ingresos serán mucho menores de los previstos y por lo tanto habrá que priorizar el gasto. O sea, que para Galicia será peor incluso de lo que parece. Al tiempo.

    26 nov 2020 / 00:00
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