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Poesía y pensamiento

    HAY quien no acierta a descubrirlo nunca o incluso quien, después de haberlo hecho, se niega a admitirlo: filosofía y poesía tienen un alma común. Los griegos la denominaron poiesis: creación. Únicamente los verdaderos poetas, aquellos que se aventuran por territorios ignotos, con la única guía de un puñado de metáforas audaces y juegos de palabras imposibles, son capaces de rozar el ser de las cosas.

    Y, a su vez, solo los filósofos más profundos y exigentes, aquellos que no se limitan al comentario escolástico de lo que otros han dicho, sino que cultivan su propio jardín metafísico, intuyen el sentido del ser y del mundo.

    Lo he comprobado una vez al recorrer las páginas del último libro de poemas de Antonio García Teijeiro As palabras están a mirarse arredor da mesa, que se presentó la semana pasada en Santiago de Compostela.

    Un libro que pone al descubierto uno de los secretos mejor guardados de la alquimia poética y filosófica: poetizar, lo mismo que filosofar, consiste en colocar adecuadamente las palabras pues, como dice la poeta nicaragüense Gioconda Belli, “las palabras se miran alrededor de la mesa”.

    Se miran en silencio mientras poetas y filósofos, en su laboratorio íntimo, trabajan para que no aparezcan de cualquier manera en una frase mal construida. El mayor pecado, imperdonable quizás porque atenta contra la propia esencia poética y filosófica, es tomar las palabras en vano puesto que a través de ellas encontramos el sentido de la vida.

    Cada uno debe descubrir cuanto antes cuál es ese sentido pues, como escribió
    Jaime Gil de Biedma, “la vi-da a veces es tan poco y tan intensa”, “que cando nos decatamos de que estamos vivindo comezamos a sentir que nos estamos despedindo dela”, apostilla Antonio García Teijeiro.

    25 oct 2021 / 01:00
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