¿Política de gestos?

FUTURO. Cuando el 25 de septiembre de 2016 Alberto Núñez Feijóo lograba su tercera mayoría absoluta y su techo de votos recibidos, en medio de la fragmentación que se registraba en España tras la aparición de Podemos y Ciudadanos, decidió que los gestos pasarían a ser significativos en su trayectoria política. Desde entonces lo cumple a rajatabla, incluso en la elección de los lugares desde donde dirigirse a los suyos. Debe ser que en el fondo es un supersticioso al que no le va nada mal de, aunque como la mayoría de los fetichistas, siempre tendrá el temor de que se rompa la racha/tradición. Todos aquellos que dicen conocer a Feijóo se fijan en esos pequeños gestos que tanto acaban significando sobre todo en clave de sucesión: ahí suele ser parco en manifestaciones públicas.

Hay excepciones. Una fue cuando entregó a Alfonso Rueda la batuta del doble Xacobeo que le da una gran visibilidad (es el conselleiro más conocido por los gallegos, según todas las encuestas) por su trascendencia. Otra el manejo de fondos para paliar los efectos de la covid, que le permite actuar en momentos importantes. Y el tercero, más simbólico, fue que este miércoles de ceniza, tras el primer abrazo con su mentor Romay Beccaría, continuó con el vicepresidente Rueda, ubicado estratégicamente por protocolo en esa posición. Que era importante pero podría no ser definitiva. aNTÓN TRABANCA