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¡Por mis cojo...!

    ESTOS días se ha acusado al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, de actuar con “soberbia”, “arrogancia”, “incompetencia” y de manera “dictatorial” por “amenazar” con “imponer” un estado de alarma en la Comunidad de Madrid, una actuación que enmarcan en su “batalla” para “acabar” con el Ejecutivo regional de Isabel Díaz Ayuso. Sin ánimo de entrar a analizar la medida, que no piden los madrileños ni parece exigir la situación sanitaria, da la impresión de que estamos ante una decisión unilateral del presidente del Gobierno de declarar más que un “estado de alarma”, un “estado de soberbia” fruto de su enfado, porque el Alto Tribunal madrileño le ha llevado la contraria dándole la razón a la Comunidad de Madrid.

    Pretender hacer un tratado filosófico del significado de la palabra soberbia sería pecar de eso mismo, sin embargo un buen punto de partida es hacerlo con su definición. La RAE, la define como el apetito desordenado de ser preferido a otros. Así el concepto se asocia a la altivez, el engreimiento, la presunción y la petulancia, creer que uno es mejor que el otro.

    Una mirada a la realidad política del país y a la acción política de quienes nos gobiernan, permite observar que con más frecuencia de la deseable, surgen decisiones y discursos caracterizados por el vacío, falta de contenido, propósito o solidez argumentativa. Quien manda a los que nos dirigen peca a diario de notable falta de humildad y de encerrarse en una burbuja en la que no se concibe el error y no se encuentra a nadie que se lo haga ver y, si lo encuentra, posiblemente le echen a un lado. ¡Qué malos son los consejeros que adulan y no terminan de decir la verdad, o que simplemente se acomodan a lo que quieren oír sus jefes! Que otra explicación puede tener el comportamiento errático del asesor Fernando Simón.

    La ‘Soberbia Política’ es fácilmente diagnosticable, en aquellos que en campaña electoral parecen protagonistas de la Casa de la Pradera, y a medida que avanza su mandato van transformándose, en el prototipo del protagonista del Lobo de Wall Street. Sus síntomas son: egocentrismo, imprudencia, sentimiento de superioridad, valoración desmedida de la propia imagen, necesidad de vencer a cualquier precio a los rivales, no escuchar a los demás y sentirse un iluminado. La bronca provocada por la decisión de Sánchez de declarar el estado de alarma en Madrid ha servido a los gurús de La Moncloa para tapar el shock causado por la petición del juez García Castellón al Supremo para que investigue como imputado al vicepresidente Pablo Iglesias. Pero lo que de verdad ha enmascarado es el anuncio de este último de querer acabar con la división de poderes mediante la toma de control de la Justicia, lo que es especialmente revelador de la deriva autoritaria de este Gobierno desde que llegó al poder.

    De entre los rescoldos de las instituciones hendidas por los ataques del Gobierno de Sánchez y sus socios comunistas totalitarios, surge una judicatura valiente, que brotando como ese olmo viejo de los versos de Machado, con las lluvias de abril y el sol de mayo, hacen brotar las hojas de la resistencia que recuerda que en el Estado de Derecho no caben decisiones basadas en la arrogancia y la soberbia política. Afortunadamente todavía queda quien defienda el régimen del 78 y la Constitución.

    15 oct 2020 / 00:00
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