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Presidente Rueda

EN pocas semanas, cuando la tinta del BOE que lo publicó aun tizne la mano, nos acostumbraremos a citarle como presidente Rueda. Es natural. Después de trece años escuchando a diario lo de presidente Feijóo, sin que por medio transcurriera un periodo de interinidad como son unas elecciones o moción de censura, no resulta tan fácil enfrentarse a la inercia. En su favor, si hemos de entender la popularidad como tal, juega el mundo digitalizado que todo lo inmediatiza, con infinidad de canales en los que constantemente aparecerá el título de su nuevo estatus, cuyo significante es similar al anterior. Basta eliminar vice. No así el significado, claro.

Esta consideración, popularizar el nombre asociado al cargo, no tiene mayor relevancia de fondo, salvo para entender las causas y consecuencias del proceso de relevo en el corto y medio plazo. Rueda mantiene el estatu quo, con inclusión de dos pesos pesados para cubrir vacantes en puestos elevados: Calvo, presidente provincial de A Coruña en una vicepresidencia de la Xunta, y Candia, de Lugo, en la Mesa del Parlamento. Simplemente corre el escalafón. A falta de pequeños flecos, si los hubiere, la mayor remuda se produce en el equipo de comunicación. Con Feijóo se va a Madrid la cúpula del gabinete anterior, siendo ocupado el hueco por la fila siguiente. No es asunto menor. De su eficacia dependerá que el nuevo líder adquiera el carisma del anterior. Dada la configuración del tablero político gallego no puede perder ni una pizca del liderazgo de Feijóo. Ha de estar vigilante por la izquierda, con un potencial bipartito siempre al acecho, y por la derecha para que Vox no muerda en la tarta popular.

El primer examen del presidente Rueda, colateral, coincide en el ecuador de su mandato. Justo dentro de un año se celebran las elecciones locales, en las que su partido, más allá de mejorar resultados debiera, recuperar alguna de las siete principales ciudades de Galicia -hoy no gobierna ninguna- y diputación provincial ademas de mantener la de Ourense. A día de hoy no parece fácil, aun viéndose favorecido el PP por el clima general de malestar con el Gobierno de coalición PSOE-Podemos y el estancamiento con que las encuestas castigan al BNG. Debe acertar con los candidatos, condición importante en en cualquier consulta popular, pero mucho más cuando se trata del alcalde.

El segundo parcial será en las generales, que han de celebrarse antes de las gallegas. Los resultados en Galicia darán pistas sobre la tendencia. En este caso se verá favorecido por el ya bautizado en toda España como efecto Feijóo. El cualquier caso, lo fundamental es el trabajo diario. Y que se conozca.

No solo por ser mujer

LO más relevante del congreso extraordinario del Partido Popular de Galicia, que hoy finaliza y dará paso a la nueva dirección en la que Rueda asume el cargo de presidente, es la elección de Paula Prado como secretaria general. La diputada compostelana será la primera mujer que asume tan elevada responsabilidad. Supongo que la cuestión de género algo habrá tenido que ver, en lo que estoy de acuerdo siempre que sea en igualdad de méritos que los de un hombre, pero seguramente hay otras razones más enjundiosas para el nombramiento. Habrá pesado en mayor medida su experiencia en puestos destacados de la administración local y cámara autonómica, así como una oratoria vigorosa para defender a un partido gobernante frente a los ataques, legítimos y naturales, de las fuerzas de la oposición. Pero la gran labor de la persona encargada de la Secretaría General de un partido de gobierno como es el PP, que en otras formaciones denominan de Organización, es mantener vivo y unido al partido, máxime cuando su presidente lo es también del ejecutivo, a cuya causa dedicará preferentemente la atención, como es natural. La de Prado será una labor discreta pero trascendental, que requiere sacrificio y empatía interna, cualidades más probables en una mujer que en un hombre que deberá desplegar. Como se desea a todo cargo público: ¡Mucha suerte!

Que hablen de mí, ...

Se atribuye a Oscar Wilde la frase: “Que hablen de mí, aunque sea bien”. Mayor probabilidad es que sea en sentido contrario, con lo que el efecto expansivo se multiplica. Es lo que sucede estos días con la visita del Rey Emérito a Sanxenxo. Imposible el término medio. Hay división de opiniones en el respetable, no sé si mitad y mitad, pero la suma de unos y otros da un resultado redondo, y pleno: el cien por ciento. Juan Carlos de Borbón es foco de atención por unanimidad. Desconozco si le favorece, perjudica o ni fu ni fa, pero al negocio turístico de la localidad que le acoge, tras dos años de pandemia, le viene de perilla. Por lo que decía Wilde. Sobre otras cuestiones y sus respectivos posicionamientos, todas son respetables siempre que se tenga en cuenta un principio fundamental: que se respeten sus derechos igual que se le exige el cumplimiento de sus deberes, y uno de estos derechos es la libertad de movimientos. Son muy criticables algunos comportamientos suyos, sobre todo tras la abdicación, pero no puede haber reproche por ejercer un derecho. ¿Debiera pedir perdón por sus conductas nada ejemplares? No resultaría creíble. ¿Dar explicaciones? No hace falta. Todo el mundo conoce lo que pasó. La Fiscalía archivó las diligencias pero detalló con precisión la nula ejemplaridad de sus actuaciones. No perdamos el tiempo.

22 may 2022 / 01:00
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