Presupuestos para ganar
UNA de las críticas recurrentes al proyecto de Presupuestos Generales del Estado aprobados por el Gobierno el pasado jueves, que serán remitido a las Cortes Generales la próxima semana, es que son unas cuentas públicas que tienen el objetivo de sentar las bases para que el PSOE y sus socios de Unidas Podemos puedan mantener el poder tras las próximas elecciones generales. Un Gobierno de cualquier nivel hace los presupuestos para perpetuarse en el poder. Como si los gobiernos autonómicos no hicieran lo mismo y los ayuntamientos no destinaran los fondos de lo que disponen a tratar de convencer a los vecinos de que el uso que les dan es el que más los beneficia y que eso se traduzca en votos.
Un Gobierno, cualquier Gobierno, se sustenta sobre dos patas fundamentales, las cuentas públicas que ordenan el gasto según sus preocupaciones ideológicas, y el Boletín Oficial correspondiente en el que se plasma su ejecución. La interpretación simplista indica que según sea el gasto y sus beneficiarios así será la inducción al voto. Los cuatrocientos euros culturales que se dan a los jóvenes que cumplen dieciocho años, y por tanto pueden votar, se traduciría según esa interpretación en que ese medio millón de nuevos votos irían todos en la buena dirección, beneficiosa para el Gobierno de coalición, y para ellos habrían votado bien, según la teoría política del nobel Vargas Llosa. Y, sin embargo, es posible que nos encontremos ante una de las juventudes políticamente más conservadoras, a tenor de algunos estudios demoscópicos.
También hay quien se preocupa de que los dineros que se reparten hoy, habrá que pagarlos mañana. Pero el optimismo reina hasta que la burbuja estalla y hasta ahora ningún gobernante al que le ha tocado administrar las vacas gordas se ha preocupado de pensar en lo que ocurrirá cuando llegue la sequía. Y los que lo anuncian ya saben quiénes van a ser las víctimas de los recortes: aquellos que precisan de los servicios sociales públicos.
Resulta curioso que aquellos que pregonan que el dinero no está en ningún sitio mejor que en el bolsillo de los ciudadanos pongan el grito en el cielo cuando se reparte por la vía del mayor gasto social de la historia, en pagos a los pensionistas, sueldos de los funcionarios, –compensados con aumentos de plantilla para que los sindicatos además de preocuparse por los activos se preocupen por el acceso al trabajo de los parados– y bonos a jóvenes que podrán facilitar su vida.
Si con estos Presupuestos expansivos no se resuelven los problemas estructurales de la economía española quizá sea porque además de las luces cortas del Gobierno –que no vería más allá de un año porque estos PGE se prorrogarán el próximo año casi con toda seguridad– quizá otros actores económicos también se encuentren pensando en el máximo beneficio en el mínimo tiempo posible.