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¿Qué es lo que hay que salvar?

    DESDE que llegó la pandemia estamos intentando salvar cualquier tipo de celebración que junte gente, y
    dinero, claro. Recuerden cuando, después de la maldita primera ola de contagios, íbamos a ver si lográbamos salvar la Semana Santa, dando por perdida ya la Feria de Abril. Luego, resignados a haber perdido ambas, nos pusimos a esperar la salvación del veraneo, de playa, chiringuito y caña. Tampo-co pudo ser.

    Pero aún quedaba la es-peranza de salvar la serie
    navideña: Noche Buena, Fin de Año y Reyes. Y la temporada de esquí. Tampoco hubo manera. Y hoy acabo de encontrarme con un titular periodístico sobre la necesidad de salvar los próximos carnavales y... otra vez empieza la lista de eventos salvables, que son los mismos que se echaron a perder el año pasado.

    ¿Cuánto más tiene que durar este miope ejercicio de fijar la vista donde no es? No se trata de salvar este evento o aquel otro –incluyendo la duplicación de la duración del Año Santo Jacobeo–, sino de recuperar el futuro todo entero. Hay que intentar salvar al país, o a los países, a las regiones, todos y todas, porque ya es evidente que, ante la difusión mortífera de este virus, como había sucedido ya con todos los que habíamos conocido antes, no nos engañemos, las fronteras no pintan nada. Pero, sobre todo, hay que intentar salvarlo todo.

    Se trata, sí, de salvarlo todo. Primero, porque no seremos capaces de decir esto sí y aquello no sin entrar en descabelladas discusiones. Ya casi todos entienden sus penas como ganas de amolar de los demás. Si se cierra una tienda, un bar, un hotel o una calle entera, o lo que sea, se proclama la incapacidad del Gobierno –de todos, también, nacional, autonómico o local–, cuando no la animadversión que esconde.

    Parece que sin culpables no encontramos consuelo. Imposible, pues, acordar rutas selectivas. Aquí vamos al yo primero, aunque eso pueda significar, bien seguro, puestos a no querer ser un o todos o ninguno, un ninguno.

    Pero también tenemos que hacerlo así, yendo a por todas, porque no podemos permitirnos dejar ningún resquicio de resistencia al virus. Por pequeña que fuese su guarida resistente, siempre podría volver, igual de mortífero, atacándolo, él sí, todo. Llegados a donde hemos llegado, no puede haber excepciones, porque cualquiera se podría volver, o se volvería, mejor dicho, una amenaza latente para lo que pudiésemos considerar salvado con ellas.

    Lo mejor es calma y disciplina. Y no por un dejarse llevar, sino por no ir cada uno por su lado.

    21 ene 2021 / 00:00
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