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Recuperar el sosiego

    VIVIMOS tiempos llenos de incertidumbres, dudas, tensiones, hostilidad, indignación, inseguridad..., que generan temor y preocupación. Y sin sosiego resulta difícil enfrentarse a estas situaciones, ya sea en el ámbito político, de la familia, problemas de salud, conflictos personales interiores, desencuentros sociales o laborales,...

    ¿Qué es la serenidad?: la capacidad para mantener la entereza y el sosiego ante una circunstancia determinada, sin que esta nos perturbe o trastorne.

    Esas circunstancias pueden ser ajenas a nosotros, y poco podemos hacer para cambiarlas; en estos momentos debemos ver pasar ante nosotros el suceso, con calma, entereza y una cierta naturalidad.

    Cuando la perturbación procede de hechos que podemos cambiar nosotros mismos, lo aconsejable es tomar la iniciativa y actuar con energía para reestablecer la situación y recuperar el sosiego.

    Naturalmente, la dificultad fundamental estriba en tener la capacidad y el conocimiento necesarios para detectar con objetividad qué es lo que podemos cambiar y qué no.

    Serenidad ante lo que no puedo cambiar, energía para cambiar lo que yo puedo cambiar y conocimiento para discernir sobre lo que puede reconvertirse.

    Sin sosiego no decidiremos adecuadamente. En unos casos será porque el resentimiento nos ofusca, en otros la duda nos impedirá elegir el camino adecuado; el temor a no acertar nos confundirá; en otros, en fin, la soberbia cegará la conciencia y caeremos en el fracaso. Para contemplar la situación en su dimensión verdadera, deberemos desterrar esos sentimientos apasionados, negativos y perturbadores.

    Deberíamos tener presente la reflexión de Tomás de Kempis: “La serenidad no es estar a salvo de la tormenta, sino encontrar la paz en medio de ella”.

    ¿Cómo logramos alcanzar o mantener la serenidad? Cada uno tendrá sus propias herramientas en función de su conocimiento, carácter, sentido religioso, sociabilidad, costumbres...; la conversación con un amigo sosegado, sereno, está al alcance de cualquiera; la lectura de obras de determinados autores; el sentido religioso, para el creyente; la contemplación de un paisaje que inspire placidez; la reflexión interior; la práctica del silencio; la ayuda de un terapeuta y otras que a cada uno le sugerirá la imaginación y la experiencia. Pero, fundamentalmente, llegará a nosotros buscando dentro de nosotros mismos.

    Una frase preciosa, desconozco el autor, que retrata a la persona sosegada: “Las personas serenas que inspiran paz son como un árbol que acoge a cuantos acuden en busca de su sombra”.

    03 oct 2020 / 00:00
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