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Recuperar los sentidos

    AHORA que afortunadamente la pandemia está en horas bajas, todos estamos deseando recuperar la vida que hacíamos antes. Una de las recuperaciones más visibles, ha sido esta Semana Santa, donde la gente ha salido de sus casas y de sus ciudades de tal manera que los hoteles han estado llenos en casi todos los sitios.

    Sin embargo, también sería conveniente recuperar cosas que ya las habíamos o perdido o rebajado antes de la pandemia.

    Los medios principales de comunicación humana son, hoy en día, la televisión, el móvil, el correo electrónico y las redes sociales que utilizan solo la vista y el oído. El teórico de la Comunicación Mc Luhan, sobre la televisión, dice: “Uno de los efectos de la comunicación es eliminar la identidad personal. Solo por el hecho de ver la televisión las personas se convierten en un colectivo de iguales. Pierden el interés por la singularidad personal”. Esta afirmación en gran medida se puede extender al resto de medios mencionados. Hay una hipertrofia de la vista y el oído, incluso en la vida diaria se siente un apremio de ver y oír. Nos dicen ¿Has visto esto o has oído lo último de...? Lo prioritario en un viaje es captar en el móvil los monumentos y el paisaje. Se enfatiza la vista y el oído, atrofiando el resto de los sentidos, el tacto, el olfato y el gusto. Incluso de tanto usar rutinariamente la vista y el oído no sabemos mirar y escuchar.

    Aunque florezca la industria del perfume, no recordamos el aroma de las flores ni el de los árboles en un bosque o el de la tierra después de una tormenta. Nos olvidamos que los bebés identifican durante mucho tiempo a su madre por el olfato. Cuando el papa Francisco dice a los sacerdotes que estén impregnados del “olor a rebaño” todos sabemos lo que quiere decir.

    Cada vez se come más por los ojos y esto se refleja en que los restaurantes cuidan la decoración de los platos y su diseño. Sin embargo, hay muchas cosas indiferentes al oído o a la vista, pero no existe casi nada indiferente al paladar.

    El tacto permite, como dice el filósofo y cardenal portugués José Tolentino de Mendoza que no solo nos topemos unos con otros, sino que nos encontremos. La manera en que tocamos o no, o en la manera que nos tocan o no constituye nuestra historia personal, aunque no la recordemos. Cuando Jesús, en medio de una multitud, dijo “¿Quién ha tocado mi manto”?, sabía muy bien lo que decía.

    Estamos necesitados de un conocimiento más integral, que aprecie no solo la mente, sino la realidad total del mundo que somos. Necesitamos recuperar los sentidos.

    13 may 2022 / 01:00
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