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Renacer en los Andes. Los milagros existen

    YO era pequeño cuando escuché al gran escritor y columnista Francisco Umbral decir, en un programa de TV en el que le estaban entrevistando, aquella célebre frase hasta el día de hoy de “Yo he venido a hablar de mi libro”. Y yo hoy me siento igual al escribir mi artículo de opinión semanal, ya que he decidido hablar sobre mi libro, Renacer en los Andes. A los 9 años de edad tuve una de esas hepatitis que decían en aquel entonces que se pillaban en el colegio y que me obligó a guardar reposo en la cama durante 20 días. Durante ese tiempo de convalecencia, pasaba el día escuchando a Luis del Olmo en la radio todas las mañanas, después comía y dormía un rato. Por la tarde mi madre me dejaba ver un poco la tele en el horario infantil, y el resto de las horas las pasaba leyendo cuentos y libros infantiles. Recuerdo una colección de “los cinco” o algo así.

    Un día, aprovechando que mi madre había pasado a casa de mi tía Juani, que vivía en la puerta de enfrente en el mismo rellano de la escalera, me levanté aburrido y fui a la librería que tenían mis padres, grandes lectores especialmente mi madre, y me puse a buscar un libro que me motivara, ya que los que me daban para leer ya me los sabía de memoria. Me encontré uno que me llamó la atención por la foto de la portada y que se titulaba Viven. La tragedia de los Andes.

    Evidentemente que un libro que hablaba de la tragedia terrible de un accidente aéreo en la montaña, con muchos muertos y en la que incluso se cuenta cómo tuvieron que comer carne humana para sobrevivir, no era la lectura adecuada ni que pudiera interesarle a un niño de 9 años, pero lo cierto es que empecé mirando las fotos que aparecían en el interior del libro y luego empecé a leerlo. No puedo explicar por qué, pero me atrapó de tal manera que me lo leí en tiempo récord.

    Me impactó mucho la historia de Nando Parrado, que tuvo que vivir la muerte de su hermana y su madre, que lo acompañaban en aquel fatídico viaje y que fue quien junto a Roberto Canesa decidieron aventurarse y abandonar el campamento donde estaban, cuando tras muchos días en aquel gélido paraje y varias avalanchas de nieve que mataron a varios de los primeros supervivientes, fueron conscientes de que si se quedaban allí más tiempo, morirían todos sin remisión.

    ¿Cómo podía imaginar en aquel momento, que veintitantos años después, yo mismo me vería inmerso en una situación de vida o muerte en la cordillera de los Andes, aunque de forma diferente? En el caso de Viven fue un accidente aéreo, y en mi caso fue la estupidez de intentar ascender una montaña de 6.200 metros sin la experiencia, ni la preparación, ni el vestuario, ni el tiempo, ni la aclimatación necesarias. Pero lo cierto es que me vi inmerso por tercera vez en mi vida, las dos anteriores fueron en África, en una situación en la que la muerte, mi muerte, era un hecho cierto e inaplazable. Tras sobrevivir la primera noche, perdido en la montaña, sin oxígeno, a muchos grados bajo cero y a la intemperie, en una situación en la que expertos en medicina de montaña me explicaron después que yo no debí haber vivido más de dos horas, comprendí y supe por conocimiento científico que una segunda noche ya no podría sobrevivir y tenía solo dos alternativas: quedarme quieto y esperar a que me llegara la muerte dentro de unas horas o moverme, a pesar de que yo estaba perdido en medio de una cordillera en la que no hay ningún tipo de vida humana, animal o vegetal en cientos de kilómetros.

    Entonces me acordé del libro de Viven y de Nando Parrado. Recordé ese momento en que siendo conscientes, como yo lo era ahora, de que se iban a morir, decidieron caminar a través de las montañas aunque no tuviera sentido ni supieran hacia dónde iban, pero con la firme decisión de morir caminando. Y algo en mí se despertó, un fuego interior que me hizo también ponerme a caminar a pesar de que tampoco tenía sentido lógico ni racional hacerlo. Pero nuevamente sucedió el milagro. Caminar, a mi también me salvó la vida, al igual que a los supervivientes de Viven.

    Tiempo después de salir vivo de aquella montaña, varios años de hecho, tuve la oportunidad de conocer a Nando Parrado y de darle las gracias, porque su decisión de caminar, que salieran vivos y escribir el libro, hizo que un niño de 9 años pudiera leerlo y que al acordarme de lo que hicieron y decidir actuar igual, yo mismo salvé mi vida cuando todas las circunstancias me llevaban a una muerte segura. Años después y tras muchas reflexiones y conversaciones con sacerdotes, monjes budistas, maestros de Kabalah, rabinos, chamanes... es que decidí escribir el libro, porque todos ellos me hicieron comprender que yo no podía quedarme para mí lo que siento, pienso y me dejaría matar por ello, que fue un milagro.

    Cuando escribí el libro, me puse en contacto con Nando Parrado y le pregunté si quería escribirme el prólogo tras leerlo, cosa a la que accedió inmediatamente y que yo le agradezco infinitamente porque cerró un círculo de cómo se mueve la energía y la magia de este misterio y milagro que llamamos Vida. Fueron muchas las enseñanzas que saqué de aquella experiencia vital que me tuvo caminando con la muerte a mi lado durante horas, y que están recogidas en el libro, pero he sentido la necesidad de compartir esto con vosotros porque yo ya sí soy consciente de cómo nos afectamos las personas unas a las otras, aunque la mayoría de las veces ni siquiera seamos conscientes de ello.

    Todos somos eslabones de una misma cadena y además vamos a lo largo de nuestra vida cambiando de posición el eslabón que somos de esa cadena ancestral e invisible de la que formamos parte. Por eso intento siempre ser consciente cada vez que alguien se cruza inesperadamente en mi camino, de cuál es la misión que tengo en la vida de esa persona o esa persona en la mía, o ambos en la de ambos. Es evidente que Nando Parrado no era consciente cuando decidió junto a Canesa aventurarse a lo que era también una muerte segura, y salir a caminar por la montaña, que además de salvar su vida, iba a salvar la mía también al hacer mía su misma decisión. A saber cuantas vidas de personas habrá salvado que han leído su relato y por haberlo hecho.

    Por eso decidí yo también escribir mi libro Renacer en los Andes, pensando en que lo que yo hice, mis decisiones, las reflexiones que salieron de mi mente, las emociones que sentí al enfrentarme a mi muerte, y las enseñanzas que obtuve de aquella experiencia y salir vivo, podían también ayudar a otros eslabones de la cadena que todos formamos, a no separarse de ella, a no debilitarse, a ver y entender el sentido de esa cadena, que es el sentido de la Vida misma.

    Desde que publiqué el libro, hace ya tres años, varios miles de personas me han escrito para decirme la ayuda que ha supuesto para ellas leerlo, al igual que fue para mí leer Viven. Por eso sé y os traslado con toda humildad pero con absoluta certeza, que si estáis en una situación de miedo, de angustia, de depresión, de incertidumbre, de estrés, de dolor, de duelo, de cambio, de agotamiento vital, de evolución, de aprendizaje... estoy seguro de que Renacer en los Andes os puede ayudar y os animo a que lo leáis y luego me contéis que habéis sentido.

    Hay dos grandes enseñanzas que yo adquirí en los Andes y que quiero compartir con vosotros en un momento de la historia en el que muchos estamos perdidos en este caos que vivimos en muchos sentidos: una es ¡NO RENDIRSE NUNCA! Si yo me hubiera rendido y me hubiese quedado quieto, ahora estaría muerto. La otra enseñanza y que está estrechamente ligada con no rendirse es ¡LA ESPERANZA! El valor de la esperanza en la vida es inconmensurable y voy a explicar por qué. Solo con que se nos haya manifestado una vez, quiere decir que ya sabemos de su existencia y por lo tanto, no debemos perderla porque puede volver a hacerlo y para ello lo único que debemos hacer es no rendirnos.

    Yo pedí ayuda en aquella montaña con la ESPERANZA de que se me concediera, y a pesar de que todos los análisis racionales que pudiéramos hacer mostraran un triste final, NO ME RENDÍ... aferrado a ELLA. Gracias a eso, estoy aquí y puedo escribir este artículo en el profundo deseo de que ayude, a quién estando preparado para recibir, lo necesite. ¡Un abrazo!

    29 may 2022 / 01:00
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