Santiago
+15° C
Actualizado
martes, 23 abril 2024
16:11
h

Réquiem por las clases en la Universidad

    ME considero una privilegiada. Nací en un pueblo de la montaña leonesa en una familia de clase trabajadora y hace más de treinta y cinco años que ejerzo la profesión más bonita del mundo: la de enseñar. Todo se lo debo a la enseñanza pública de mi país, en la escuela, en el instituto, en la universidad. Todo se lo debo a mis profesores y, en justa compensación y porque creo que es mi deber, lo que sé quiero dárselo a otros, sobre todo, a mis estudiantes.

    En las clases de derecho civil que imparto trato de mantener un diálogo constante con mis alumnos; un diálogo con sus mentes y, en la medida en que puedo y que muchas veces no consigo, un diálogo de palabras; busco enseñarles a pensar, a ser críticos, a alcanzar su propia verdad, a amar el derecho, a que descubran sus contradicciones y sus debilidades, a que ayuden a mejorarlo, a que sientan pasión por ello. Obvio es decir que todo eso solo se puede hacer teniendo a los interlocutores a tu lado, viendo sus caras, sus gestos, sus ojos y escuchando sus palabras. Nada de eso puede lograrse a través de una pantalla, por sofisticado que sea el programa.

    A estas alturas los lectores avisados ya saben que hablo de los planes de las autoridades, políticas y universitarias, de transformar la docencia presencial en la Universidad en otra cosa. Y me refiero a las dos autoridades porque, por más que se trate de disimular, el documento de la Xunta retirado y el de los rectores de las tres universidades gallegas sobre el impulso y consolidación de las nuevas tecnologías en la docencia trasmiten el mismo mensaje: en el futuro, y aprovechando lo que nos ha pasado en esta situación tan excepcional, vamos a convertir la docencia universitaria en un conglomerado de elementos donde las nuevas tecnologías serán protagonistas y en el que la clase presencial de toda la vida, aquella con la que se ha transmitido el conocimiento durante siglos será, en el mejor de los casos, un elemento más, si siquiera el fundamental.

    No voy a entrar en detalles sobre ambos documentos. Tengo delante el de los rectores. Podría mencionar las innumerables contradicciones que contiene, las líneas de actuación que rozan el absurdo. Espero que la comunidad universitaria reaccione y tengamos ocasión de debatirlo en profundidad. Voy a referirme aquí únicamente a una omisión: en once páginas de planes y replanes para el futuro de la profesión docente y de las clases que van a recibir los estudiantes no hay una palabra sobre el refuerzo de las plantillas. Al contrario, percibo cierto tufillo a ahorro en personal docente. Podrán impartirse clases on-line por doquier, ya no habrá problemas de incompatibilidad de horarios o de espacios, porque siempre estarán grabadas para que los estudiantes las vean en cualquier momento y lugar,
    –me imagino alguno y se me cae el alma a los pies–. Como si de una presentadora de televisión a la carta se tratara, la profesora será un busto parlante ante una impersonal pantalla, y lo peor es que esa previsión se sostiene en el absoluto convencimiento de que eso es dar una clase. Solo se me ocurre que el que lo ha escrito o no ha dado una clase de verdad en su vida o le importa muy poco lo que ello significa.

    Hace años una alumna me dijo que si me aburría de la enseñanza me dedicara al teatro, que mis teatrales clases le habían hecho amar el derecho. Muchos que fueron estudiantes de hace décadas siguen en contacto conmigo y me recuerdan todavía algunas cosas que dije o hice en clase y que, de alguna manera sencilla, han marcado sus vidas. Nada de eso ocurrirá después de hablar a una fría y desoladora pantalla. Me pilla en los últimos años de mi profesión, pero me entristece profundamente y por eso he escrito este réquiem.

    29 may 2020 / 00:09
    • Ver comentarios
    Noticia marcada para leer más tarde en Tu Correo Gallego
    TEMAS
    Tema marcado como favorito
    Selecciona los que más te interesen y verás todas las noticias relacionadas con ellos en Mi Correo Gallego.