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Resignación y renuncia

    SON muchas las expresiones a las que se atribuye un sentido exclusivamente religioso, por su uso frecuente en los textos bíblicos, que tienen también pleno sentido en el ámbito humano. Y es que los Evangelios, por ejemplo, dan unas sencillas normas de convivencia que pueden ser aceptadas, con independencia de la religiosidad de la persona.

    La diferencia entre el creyente y el no creyente se encuentra en la motivación por cual cada uno acepta el cumplimiento de esas normas. Caridad, prójimo, perdón, misericordia, esperanza, prudencia, fortaleza, magnanimidad, sacrificio, incluso los pecados capitales, son algunas de esas expresiones.

    Dedicaré mi reflexión a la palabra resignación, que adquiere un sentido especial en estos momentos de restricciones, preocupaciones, enfermedad y muerte.

    Resignarse implica aceptar la adversidad con paciencia y conformidad ante lo irremediable, sin que ello suponga adoptar una actitud derrotista ante el contratiempo. Tiene, pues, un matiz realista, en el sentido de aceptación sin dramatismo ni rebeldía.

    La resignación parte de la base de aceptar los infortunios que no dependen de nosotros y promover las acciones necesarias para convivir con ellos.

    Resignarse es aceptar con serenidad la renuncia a algo que, de momento, no está a nuestro alcance.

    Hemos perdido el hábito de renunciar porque consideramos adheridas a nuestra vida cosas y costumbres, como algo inseparable; y cuando nos faltan, nos invaden la ansiedad y el malhumor, porque carecemos de resignación.

    Un inmigrante que ya tenía su vida organizada me decía que ayunaba un día a la semana; le pregunté el motivo y su respuesta fue: “por si algún día tengo que volver a pasar hambre”. Sencilla y práctica lección.

    En estos meses de continuas renuncias a hechos de nuestra vida diaria, las lamentaciones son generalizadas. “No puedo hacer deporte, no hay vacaciones, no celebraré el cumpleaños, no se me permite acompañar al familiar enfermo, desaparecieron las tertulias de amigos, no veo a mis nietos...., y, ahora: ¿cómo será la Navidad?”.

    Me llama la atención que esta rebeldía se manifiesta con más intensidad entre los más jóvenes; es decir, entre quienes, supuestamente, tienen más años por delante para compensar las renuncias de hoy. En suma, como el inmigrante senegalés que llegó en patera, no es malo renunciar voluntariamente a algo de vez en cuando, como terapia o entrenamiento para tiempos adversos, y así aprender a vivir resignadamente, no pasivamente, la adversidad.

    19 dic 2020 / 00:00
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