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Reseña Musical

Rosa García Ascot, en recuperación por Ignacio Clemente Estupiñán

    Rosa García Ascot, pianista y compositora, compañera de Jesús Bal y Gay, suscitó la atención del musicólogo Ignacio Clemente Estupiñán, que ha publicado recientemente una interesante monografía dedicada a ella: “Rosa García Ascot y la Generación del 27”, publicada por “Ediciones Idea” y un trabajo discográfico mayoritariamente con piezas suyas, bastantes como absoluta primicia, al lado de otras de su maestro Manuel de Falla y un detalle de D.Scarlatti, que amparó la productora “Orpheus Classical”. Resulta la monografía un documento que amplía los conocimientos sobre Rosa (1902-2002), en la que nos la muestra en medio de un ambiente en el que nos encontramos con F.Pedrell, M. de Falla, García Lorca, Joaquín Turina, Enric Granados, Nadia Boulanger o Igor Stravinsky y teóricos como Adolfo Salazar. Una nueva aportación que amplía perspectivas dentro de la “Generación del 27” y riqueza que aportó la Residencia de Estudiantes. Pedrell y Granados figuran en el comienzo de esta travesía, que proseguirán Falla, J.Turina y la escalada hacia Madrid (1920-35); la importancia de la Residencia de Estudiantes y esa “Generación del 27”, el “Grupo de los Ocho”, las actividades concertísticas antes del obligado exilio (1935-1965), Cambridge (1935-8), el exilio mejicano (1939-1965). La Galería de arte “Diana”. Stravinsky: Igor, Vera y Soulima y la vuelta al país en 1965. Su obra inédita y el Archivo María Teresa Heredia.

    Ignacio Clemente Estupiñán, Premio Fin de Carrera del Conservatorio de Las Palmas de Gran Canaria, estudió posteriormente en Amsterdam con David Kuyken y Jan Wijn, siendo becado por la “Fundación La Caixa” para especializarse en clave y piano con John Gibbons, además de realizar masterclasses en el “New England Conservotory”, de Boston, con Patricia Zander. Pudo ampliar cursos con importantes maestros, entre los que figuran Solomon Minkowski (Manhattan School), Galina Egyazarova (en la Escuela Reina Sofía), con Julian Martin (Juilliard School), Assia Zlatova, Paul Badura Skoda, Ferenc Rados, Dmtri Fertchmann, Guillermo González, Almudena Cano o Laurence Lesser.

    El cd “Piano Tribute to Rosa García Ascot”, servido por “Orpheus Classical”, en manos de Ignacio Clemente Estupiñan, ideario artístico de la “Generación del 27”, recibió por parte de la crítica una apreciada valoración. Ella, discípula de Falla, Pedrell, Granados y Nadia Boulanger, acapara la atención preferentemente mayoritaria del pianista. Un total de 23 piezas de su firma, diez de las cuales recibieron un tratamiento de reelaboración por parte del intérprete, que suponen definitivamente una primicia en toda regla. Un par de piezas de su maestro Falla y otra de Domenico Scarlatti, como elemento de inspiración. Parte de un lenguaje sencillo y menos arriesgado en su modernidad. Entre las piezas, “La de guitarra”, que evoca ese instrumento y con las previsibles referencias andaluzas. “Alemana”, de tintes barrocos, próximos a Scarlatti. El acercamiento a la infancia en su recogimiento por la “Canción de cuna”, para seguir con “Piezas de infancia 1 y 11”, delicadas dentro de esa sencillez. El Preludio “El de los muñecos”, en la cercanía de la romanza sin palabras. “Allegretto de una sonatina”, en el estilo de pieza para estudiantes. “Escena La Novia y la Mendiga”, que traerá a colación el “Carnaval” schumanniano y la “Pequeña suite”, en cuatro tiempos. Falla, a través del “Homenaje a Debussy”, en el fiel de la balanza, así como el Scarlatti de la “Sonata K.213”. Piezas de Rosa García Ascot, inéditas como la “Marcha”, que se acerca a Prokofiev. Los “Allegretos I y III”, la “Cancioncilla”, el “Tempo di mazurca”, la “Pieza para piano II”, “Cositas”, en dedicación a Jesús Bal y Gay, redondeando la entrega con la “Danza ritual del fuego”m de Falla.

    María Palacios, en el capitulo “La participación de la mujer: Rosa García Ascot”, como parte de “Los músicos del 27”, editado por la Universidad de Granada, supo destacar sobre ella: En el Madrid donde surgieron las primeras obras de Rosa ya existía un cierto grado de emancipación femenina. Instituciones como la Residencia de Señoritas o el Club Femenino Lyceum (ambas fundadas por María de Maeztu, fueron espacios exclusivos para las mujeres que estaban bastante relacionadas con las vanguardias. Encontramos así poetisas como Rosa Chacel, María Teresa León, Concha Méndez o Ernestina de Champourcin; pintoras como Maruja Mayo, Remedios Varo o Ángeles Sancho, o compositoras como María Rodrigo y la propia Rosa García Ascot, que comenzaron a participar en ámbitos de la cultural tradicionalmente exclusivos para hombres.

    Dentro de este mundo de cambios nació Rosa, el 8 de abril de 1902, en el seno de una familia de clase media-alta. Su padre era de Toledo y abogado, y su madre nació en Tortosa y eran una gran aficionada al piano. En Madrid, y desde muy pequeña, Rosa comenzó a estudiar piano con su madre y solfeo en el Conservatorio, siguiendo la tradición educativa propia de las señoritas de clase media española. Su familia, especialmente su madre, era amiga de Pedrell (también nacido en Tortosa), y él fue quien impulsó a Rosa para que se dedicara a la música. Pedrell encontró en la pequeña Rosa cualidades importantes para la música, por lo que designó a Enrique Granados como profesor de piano. La prematura muerte de Granados, en 1916, dejó a Rosa sin maestro, por los que Pedrell la recomendó a Manuel de Falla, quien la admitió como discípula.

    Las memorias de Jesús Bal y Gay y Rosa García Ascot, “Nuestros trabajos y nuestros días”, publicadas por la “Fundación Banco Exterior”, permitían a nuestra dama a confesar el momento de sus vivencias: “Aquellas primeras clases con Falla, de mis temores, de mi vergüenza y mi pudor de pequeña compositora al descubrir mis obritas al maestro y del cariño y la paciencia con queme escuchaba. Lo estoy viendo y me veo temblando, aunque todo se haya convertido ya en serena placidez y callada sonrisa. Así lo vivo ahora, No hay miedo ni temblor y sí gozo y placentera calma por haber vivido aquellos días inolvidables y también por poder recordarlos en estos días de con total frescura y delectación, aunque con una pizca de nostalgia. No echo de menos los conciertos porque tenía mucho, muchísimo miedo, y pasaba muy malos ratos y unas angustias de muerte, pero sí echo de menos aquella vida encantadora y llena de sucesos gratos y conmovedores. Reuniones musicales, reuniones con poetas, reuniones vivificantes. Era un vivir para llenar el alma...”. Continúa casi de inmediato: “En mi casa de hacían muchas reuniones musicales y, aunque soy desmemoriada-mucho-, recuerdo que se hacían con frecuencia. Más bien continuamente. Uno de los que iba siempre era Federico-Federico García Lorca, naturalmente, Federico iba todas las noches y yo tocaba”. Conservará de entonces, unos poemas de Federico “Corona Poética”, y unos dibujos.

    29 may 2020 / 21:11
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