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Rueda-Pontón: saltarán chispas

FUE la semana de Rueda. El relevo en la presidencia de la Xunta acaparó la máxima atención política en Galicia, aunque la previsibilidad de lo acontecido le restó suspense. El clima de normalidad institucional en que se produjo todo el proceso restó interés en el resto de España, donde apenas fue noticia. Galicia, en este caso para bien, es todavía sitio distinto. Nada que ver con las tormentosas investiduras de Sánchez, Aragonés en Cataluña o Mañueco en Castilla y León, por quedarnos con las últimas.

Pero también fue la semana de Pontón. O el jueves de Pontón, día en que se sometió a la investidura del 2024. Y lo hizo con indudable éxito en sus objetivos: demostrar quién ostenta la jefatura de la oposición y se encuentra en mejor posición para alcanzar lo máximo. Por el contrario, no fue la semana del PSdeG-PSOE aunque Álvarez, su portavoz parlamentario, realizó una buena faena. Los avatares de los socialistas gallegos en los últimos años junto al malestar creado por la gestión de Sánchez son un lastre muy pesado del que solo podrán desprenderse si consiguen mantener los buenos resultados en los comicios municipales del próximo año.

El jueves, segunda sesión de la investidura, todo seguía según lo previsto hasta que llegó la portavoz del BNG. Tras arremeter contra todo lo realizado en la etapa de Feijóo, algo habitual, dedicó la mayor parte de su intervención a esbozar su programa de gobierno como si de su investidura se tratara. Aunque algo se esperaba, sorprendió que lo hiciera tan intensa y directamente, pero más sorpresa fue que Rueda le entrara al trapo, empleándose con notable énfasis en replicarle. El episodio nos adelanta que asistiremos a momentos de alto voltaje en los cara a cara parlamentarios que van a protagonizar.

La estrategia de Pontón no está exenta de riesgos. Es importante administrar los tiempos. Comenzar la carrera electoral tan pronto pudiera ser contraproducente para una candidata que no necesita exponerse demasiado para ser conocida. Dar por hecho que alcanzará la presidencia de la Xunta sin despeinarse, porque el PP todo lo hizo mal, pudiera aparentar soberbia y herir la sensibilidad de los votantes que dieron repetidamente la victoria a Feijóo. A muchas de estas personas, necesarias para ganar, deberá convencerlas de que ella lo hará mejor en lugar de restregarles constantemente en la cara lo ciegos que estaban. Tampoco puede alejarse demasiado de los socialistas, necesarios para un próximo bipartito. Pudieran aumentar el precio hasta hacer inviable la operación, dándoles argumentos para la abstención.

En fin, no siempre llega antes el que más corre ni la razón es de quien más grita.

Feijóo, volver a empezar

DESDE ayer Feijóo no tiene responsabilidades de gestión en la Xunta. Seguirá de diputado en el Parlamento de Galicia hasta que tome posesión como senador autonómico. Deja el espacio de confort político que le proporcionaron las mayorías absolutas logradas en los últimos trece años para iniciar una nueva etapa que se parece más a la emprendida a comienzos de 2006 como jefe de la oposición en Galicia. Es como volver a empezar, aunque con la experiencia que proporcionan 16 años de combate en las dos trincheras. Este bagaje le sitúa en buena posición de salida para alcanzar la meta. Así se desprende de las encuestas y opinión publicada. A día de hoy, tiene opciones claras de superar a Sánchez y de lograr los apoyos suficientes para alcanzar la Moncloa, se adelanten o no las elecciones. Incluso para gobernar en solitario, que ha de ser el objetivo para evitar espectáculos tan bochornosos como el que dan PSOE y Podemos en el Gobierno. No hay día en que no choquen entre sí, un mal tan contagioso que se produce también dentro de cada uno de los bloques, con duelos en medio de la plaza en lugar de lavar la ropa sucia en casa, con discreción. Los grandes retos de Feijóo pasan por atraerse al electorado moderado de Vox y al más centrista del PSOE, ser aceptado por el nacionalismo catalán y vasco, pero sobre todo proyectar una imagen de solvencia. Puede.

Otra vez el Gran Santiago

CADA vez que se vislumbran elecciones resurgen viejas propuestas que una vez cerradas las urnas se guardan en el cajón. No se tiran a la papelera porque sirven para dentro de otros cuatro años. Queda un año para las municipales y vuelve a hablarse de la conveniencia de integrar los concellos de Ames y Teo en el de Santiago. El Club Financiero de la capital recuperó la iniciativa, con una serie de argumentos inapelables pero, estoy seguro, volverán a caer en saco roto. Probablemente se incluyan en el programa de los partidos compostelanos, lo dudo en los otros dos municipios, pero con la misma hipocresía que la del viejo profesor alcalde de Madrid Tierno Galván cuando decía que los programas electorales están para no cumplirse. Hay antecedentes elocuentes. Como el de Compostela Aberta en 2015, cuando lo situó entre sus compromisos estrella y lo tenía fácil al menos en el caso de Teo, con el mismo partido en los gobiernos locales tras haber ganado las elecciones. Ojalá me equivoque, pero pronostico el mismo final. Si no son capaces de crear un cuerpo de bomberos conjunto menos lo serán de abordar algo tan complejo como una fusión de concellos. Además, reduciría el número de cargos públicos, asesores, intermediarios y comisionistas. O sea, el factor humano como peor versión de la política.

15 may 2022 / 00:00
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