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Sánchez ‘gana’ con Garzón

    LAS declaraciones del titular de la inane cartera de Consumo en el Gobierno de la nación, que muchos entienden que supone la última gota que ha colmado el vaso de los despropósitos del referido Alberto Garzón, no es, contra lo que se piensa, responsabilidad de un personaje público que ya había dejado tras de sí cumplida muestra de las limitaciones intelectuales y la toalla ideológica que conciernen a su personalidad.

    Por eso, toda demonización que quiera hacerse de sus desafortunadas palabras sobre la producción cárnica española ni es nueva en su conocida trayectoria errática ni le es imputable en sus consecuencias y sí, sin embargo, a quien con esos conocidos precedentes –antes y después de asumir su cartera ministerial– le ha elegido para el cargo por estrictas conveniencias partidistas.

    Que, días después de sus manifestaciones –en las que sigue empecinado–, permanezca en el puesto sigue siendo única y exclusiva responsabilidad de quien, aseguran los politólogos de guardia, le mantiene en el cargo para –con esa bofetada a los ganaderos– cobrarse el rédito electoral del desprestigio de Podemos en la estima ciudadana.

    Que la metedura de pata lo ha sido hasta el corvejón lo evidencian tanto el desaforado nerviosismo del titular de Agricultura, Luis Planas, que haría bien en dirigir sus críticas a quien mantiene a Garzón en el Gobierno, como por la urgente llamada a las filas de la solidaridad del comisario europeo del ramo, Janusz Wojciechowski, dispuesto a apagar el fuego prendido por el Ejecutivo español.

    Pero, como acierta en su análisis en un periódico regional el secretario general de Unións Agrarias, Roberto García, la reputación entre los consumidores cuesta años ganarla y se pierde en apenas unos minutos, como a la vista está.

    Tiene este cronista en muy alta estima profesional y personal –y allí hasta donde quiera que sea correspondida también en sincera amistad– al valioso representante del más reivindicativo –por racional– sindicato agrario gallego. Y es desde esa estimación desde donde se atreve a matizar las sesudas reflexiones vertidas por García en el antedicho medio de comunicación.

    Cierto que la ocasión la pintan calva para que las adocenadas autoridades gallegas de lo rural avanzaran una campaña publicitaria de la calidad de la ternera gallega frente a las anatemizadas macro-granjas vilipendiadas por el ministro.

    Pero a buen seguro que entenderá el buen amigo Roberto, y con él todo el sector, que la propuesta de llevar el agua de la polémica al molino de las conveniencias propias resulta reduccionista, por más que pretendidamente aprovechable, cuando lo que está en juego es el conjunto de la producción española, afectada toda ella sin matices.

    Del mismo modo que no conviene alborotar un enjambre que tiene sus capítulos ocultos en los no resueltos temas ambientales de muchas granjas –grandes, medianas y pequeñas– respeto de sus residuos. Y esa es tarea a resolver, como bien reivindican en la querida tierra de A Limia, con determinación y prontitud, pero con el aconsejable perfil bajo de los despachos. Lo que, claro, nada tiene que ver con la calidad de la tan acreditada carne gallega.... y española.

    15 ene 2022 / 01:00
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