Santiago
+15° C
Actualizado
sábado, 10 febrero 2024
18:07
h

Sánchez-Illa: el imposible último diálogo de Platón

Filosóficamente, al contrario que su ministro de Sanidad, Pedro Sánchez es una persona con un perfil más sofista que platónico. Su líquida línea de pensamiento se encauza mejor en esa corriente de belleza especulativa y su práctica política se mueve con mayor soltura en ese mundo del relativismo sombrío que otorga más importancia a la apariencia que a la verdadera sabiduría. En ocasiones, incluso parece más un creador de eslóganes y estrategias de propaganda que el gestor máximo de un país. Su unión corporativa con Iván Redondo, su asesor áulico en Moncloa, potenció, sin duda, esa cualidad suya de comerciante por encima de cualquier otra virtud intelectual que también pueda poseer.

Y es en este contexto de mercaderes de la política en el que hay que encuadrar la sorprendente candidatura de Salvador Illa a la Presidencia de la Generalitat, un magnífico golpe de efecto que firma en su última gran operación de marketing la compañía Sánchez&Redondo, obligada a sacarse un conejo de la chistera ante el agotamiento del anterior postulante, Miquel Iceta, cuya telegenia de socialista bonachón e histriónico experto en bailes de salón no daba ya más de sí ante unas urnas tan caldeadas como las catalanas. Es una salida ocurrente y hasta brillante, pero convendría recordar que su planteamiento no es original. En este caso, al presidente y a su jefe de Gabinete se le adelantó el equipo de publicistas del aspirante a regresar a la Presidencia del Barça Joan Laporta, que quince días antes del anuncio del cambio de cromos en la lista del PSC ideó y puso en práctica el despliegue en las cercanías del estadio Santiago Bernabéu de un cartel gigante con la desafiante fotografía de su cliente.

De la osadía propagandística mostrada en el inicio de su campaña por el expresidente que conquistó la segunda Champions para las vitrinas del Camp Nou, bien pudieron inspirarse Pedro e Iván para propiciar un vuelco en los pronósticos del 14-F con la inesperada y estelar introducción de un político catalán que brilla con luz propia en Madrid. El denominador común del éxito venidero que puedan obtener tanto Laporta como Illa se basa en un atávico sentimiento que se respira en Cataluña según el cual el conciudadano que se atreva a desafiar o someter a la capital de España será recibido con honores en su tierra.

Con Laporta al mando, el Barça de Guardiola le infligió al Real Madrid un 2-6 a domicilio que los culés no olvidarán en la vida y que el reciente y exagerado fotomontaje refrescó en la memoria de los aficionados con la consecuencia inmediata de que el abogado y expolítico independentista tomó con claridad la delantera en el proceso electoral blaugrana y goleó a todos sus adversarios en la recogida de las firmas necesarias para formalizar su candidatura. De la misma manera, una parte muy importante del censo que votará el 14-F ve en Illa al catalán que no le tembló el pulso a la hora de cerrar el Madrid de la díscola Díaz Ayuso, una acción que no faltará quien la considere como una suerte de devolución del 155 decretado contra el Govern desde el Ejecutivo de Rajoy. Sea por esta circunstancia o simplemente porque despunte en la capital, su sola designación revolucionó todas las encuestas sobre los comicios para elegir al nuevo inquilino del Palau de la Generalitat, que sitúan al aún ministro de Sanidad entre los favoritos, sin haber comenzado todavía la campaña.

No hace falta ser ningún lumbrera para saber que Sánchez carece de las ideas inmutables de Platón, pero uno de sus mayores aciertos –tal vez azaroso– en esta legislatura fue seguir el consejo de este célebre pensador griego y poner a un filósofo al frente del gobierno del asunto de mayor enjundia, la pandemia. La figura de Salvador Illa, a quien al principio se ninguneó considerándolo la cuota catalana del Ejecutivo que ocupaba un departamento que hasta Pablo Iglesias había rechazado, fue creciendo con la gestión del COVID hasta convertirse en el ministro más valorado. Alejado de la impostura del político tradicional y de la tiranía de las encuestas, bailó con la pareja más fea del último siglo sin que se le perturbase su envidiable serenidad de espíritu. Y más que danzaría si el presidente no lo escondiese detrás de los criterios de las diecisiete autonomías para tratar de esquivar el fuego coronavírico.

De su misión en Cataluña, se espera que consiga que el nacionalismo regrese a la filosofía epicúrea que practicó Pujol, aquel hedonismo calculado que evitaba los oscuros conflictos de España a cambio de suculentos ingresos adicionales que financiaban la felicidad de los suyos. No resolvería el problema, pero lo aparcaría y permitiría a su jefe Sánchez disfrutar más plácidamente de su famoso colchón, desde el que un día idea una cosa y al siguiente, la contraria. Tanta contradicción, filosóficamente, es una forma de decirnos, como Sócrates, “sólo sé que no sé nada”. Con tal afirmación, que nadie le discute, llegó a La Moncloa.

15 ene 2021 / 00:00
  • Ver comentarios
Noticia marcada para leer más tarde en Tu Correo Gallego
Tema marcado como favorito