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¿Se acabó la fiesta?

    DURANTE los últimos años hemos vivido tiempos históricos en lo que a la política monetaria se refiere. Desde la Gran Recesión los bancos centrales de las economías desarrolladas han venido aplicando diferentes programas de liquidez y de compra de activos, además de rebajar los tipos de interés hasta dejarlos en el 0%. El objetivo era relanzar la economía al abaratar el endeudamiento tanto a empresas y familias como a los gobiernos. El resultado ha sido que prácticamente 18 billones de dólares cotizaban con rendimientos negativos a finales de 2020.

    Empero, con la llegada de la temida inflación, la estrategia ha comenzado a mudar. El Banco de Inglaterra y la Reserva Federal de los Estados Unidos han comenzado la carrera de la subida de los tipos de interés. El Banco Central Europeo apunta a esta misma senda a partir de la segunda mitad del año. El objetivo es controlar la escalada de precios. Pero esta decisión no es un menú gratis, ya que los costes en forma de menor crecimiento económico son cuantiosos.

    Primero, la subida de tipos de interés tiene un efecto directo sobre el coste de financiación, por lo que la demanda de nuevo crédito tenderá a descender y, de esta manera, la demanda también lo hará. Además, con mayores intereses, habrá un mayor incentivo para acumular ahorro a más largo plazo, lo que deprime todavía más el gasto privado. Segundo, las administraciones públicas también deberían o bien reducir el gasto o bien aumentar los impuestos para mitigar el impacto en la carga de la deuda.

    El dilema no es nada sencillo. Todavía más si cabe en Europa. Por el lado del sector privado, el tejido productivo da señales de zombificación, es decir, numerosas empresas sobreviven de manera exclusiva gracias al crédito barato. A esto debe añadirse los problemas de liquidez generados por la pandemia. Por el lado del sector público, el riesgo de fragmentación financiera y de vuelta a una situación similar a la de 2011 con economías de primera y de segunda se elevaría.

    Por estos motivos está siendo difícil para las autoridades monetarias dar pasos más en firme para controlar la inflación. Seamos claros, si realmente fuese su principal deseo habrían sido mucho más contundentes. La política monetaria es mucho más expansiva con tipos al 1% y una inflación del 10% que con tipos al 0% y una inflación del 2%. De momento están actuando más sobre el canal de las expectativas, al hacer ver que están dispuestos a mantener estable el valor de sus monedas. Si esto es suficiente dependerá de si el aumento de los precios se torna o no en estructural y de la capacidad de aguante de familias y empresas.

    En definitiva, la fiesta todavía no ha acabado porque nadie quiere padecer los dolores de cabeza de la resaca del día siguiente.

    26 abr 2022 / 01:00
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