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Se reabren las fronteras

    NADIE duda que las fronteras de nuestra península tenían que abrirse, muy especialmente con Portugal, pero también con los miembros del espacio Schengen y demás socios europeos. Por motivos sociales y también económicos, era urgente la apertura. Otra cosa es que Europa no haya sido capaz de fijar unos protocolos que garanticen de forma unánime la posibilidad de minimizar el riesgo sanitario de los viajeros.

    Los expertos en trasvases fronterizos, así como ciertos científicos y epidemiólogos, apuntaron algunas ideas y posibilidades que no se tuvieron en cuenta, como la realización de pruebas PCR en los países de origen (como tuvo que hacer el propio Pedro Sánchez antes de viajar a Mauritania para asistir a la cumbre sobre el Sahel), u otras propuestas de mínimos, como ir permitiendo el flujo entre países en similares situaciones no sólo pandémicas, sino también de control de viajeros.

    Fíjense que estas prácticas beneficiarían tanto a los países emisores (que podrían detectar casos e identificar rebrotes), como a los receptores, donde se evitarían los denominados contagios importados. Pues nada; un simple vistazo a la lista de países seleccionados ya denota la falta de rigor en los criterios, los intereses que han prevalecido por parte de algunos socios, y el trato diferencial que se está aplicando con según qué naciones. Y ni aún así ha habido consenso ni respeto a los consejos del propio Centro Europeo para la Prevención y Control de Enfermedades (ECDC). Italia exige cuarentena a los provenientes de fuera del espacio Schengen. Francia aplica el principio de reciprocidad. Y Austria incluso diseña su propia lista de países invitados.

    Pese a la disciplina común europea, cada miembro parece seguir su propio criterio. Eso sí, lo contrario hubiese sido un milagro. La deseable unidad de acción y decisión europea basada en criterios sanitarios no era esperable. Si no hemos sido capaces ni de ponernos de acuerdo en lo relativo a concretar distancia social, u obligatoriedad o no de llevar mascarilla (algo impuesto apenas en España), poco se podía esperar en el ámbito fronterizo.

    Pero hablamos de un aspecto que tiene consecuencias internacionales. De hecho, cuando los reyes visitaron las Islas Canarias se les criticó porque hubo momentos en los que no portaban las mascarillas, y no estaban dando ejemplo. Sin embargo, se justificó diciendo que deseaban transmitir al exterior una imagen de normalidad.

    Curiosamente, también se criticó al rey y al presidente del Gobierno por llevar mascarillas en el acto de reapertura de la frontera con Portugal, precisamente porque parecían estar alertando así sobre un supuesto estado de temor e inseguridad en ambos países. Está claro que ni en Europa ni en la propia España nos ponemos de acuerdo.

    04 jul 2020 / 00:05
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