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Seamos creativos

    NO deja de ser curioso que, mientras la cultura sufre ahí fuera (exterior, noche), por la pandemia, o porque no le prestamos la atención que merece, los confinados hayamos desarrollado formas de supervivencia que pasan por la lectura, la pintura, la música, o la contemplación de ese cine que dormía en los anaqueles. No digo que todos los españoles vayamos a salir del encierro con una vena artística impresionante, como si fuéramos irlandeses. Pero, bromas aparte, este país ha sido muy creativo, y yo espero que lo siga siendo. A pesar de todo lo que vemos en las noticias del día. O de casi todo.

    La cultura salva y protege. Y representa a un país, que, sin ella, es poca cosa. Los símbolos, las marcas, vienen de la cultura. No vienen del diseño y de la mercadotecnia. Es posible que no todo el mundo, durante la cuarentena, haya consumido productos culturales (no me gusta el término, pero es que hay una industria cultural que defender), sin embargo, escucho en todas partes las series que se han ventilado en las horas muertas, o heridas, las películas que se han vuelto a ver o que nunca se habían visto, los libros que se han leído, mientras las librerías esperaban un nuevo milagro de la primavera. Espero que ese milagro se esté cumpliendo: es en el que más creo.

    La primera conclusión que sacamos es que para la cultura no siempre hay tiempo. Quizás sí para la ternura, como dice la canción, pero no para la cultura. Más que ocupar lugar, que también, ocupa tiempo. Y ha tenido que ser la cuarentena la que haya vaciado de golpe las nutridas agendas y los interminables compromisos, y la que nos haya descubierto la posibilidad de salvarnos, ante el infinito naufragio, con todo eso que estaba ahí, esperando en silencio, como el arpa esperaba la mano de nieve que supiera arrancarla.

    Algunos hablan con sorpresa de lo que han descubierto en estas semanas de vacío. Otros, simplemente, han ganado tiempo al tiempo. La vida ocupadísima (y aceleradísima) que vivimos no sólo es un gran engaño, una trampa mortal. Es quizás el mayor enemigo de la cultura, que necesita una cierta lentitud. Y habría que exigir eso ahora: tiempo para leer y para soñar. Y tiempo para pensar. Pensar casi parece una rareza, tal vez empiece a estar mal visto. La gente que piensa sosegadamente encaja mal en estos tiempos de vacua verborrea, de maniqueas superficialidades, donde se blanden tantas lanzas herrumbrosas. Seamos creativos, inesperados, libres, rompiendo los esquemas de un tiempo que al parecer nos quiere más previsibles y simples.

    Quizás hayamos aprendido (aunque todo lo olvidaremos, por supuesto) que la salvación está en vencer la batalla contra el tiempo largamente arrebatado. Mientras en los informativos la política contemporánea nos muestra un oleaje preocupante, un agotamiento inexplicable en medio de estos días difíciles, los ciudadanos debemos reconquistar el territorio de la imaginación. Mejor hacer como que no escuchamos el ruido y la furia con los que el presente se entretiene, mejor reconstruir nuestras vidas con materiales duraderos. Recuperemos la lentitud y el pensamiento. Volvamos a lo que nos cuida y nos protege. Aprendamos a vivir como muchos no quieren que vivamos. Frenemos la estúpida carrera en la que nadie gana.

    Seamos creativos, inesperados, libres, rompiendo los esquemas de un tiempo que al parecer nos quiere más previsibles y simples
    28 may 2020 / 00:21
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