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Ser Moloney

    titulillo Ayer, mientras Camilo y su mujer acababan de completar el Camino del Norte, nos sorprendió la noticia de la muerte de Paddy Moloney. Así es la vida, como cantaba Julio Iglesias. Unos que vienen y otros que se van. Pero al final, la vida sigue. Aunque a mí me gusta imaginar que probablemente siga como sigue, al menos en el universo de la música celta, porque un gaitero irlandés, en el siglo pasado, revolucionó la escena internacional con The Chieftains. Sin él sería difícil imaginar que una música tan de raíz pusiera lograr seis premios Grammy y parte de un Óscar de la mano de Stanley Kubrick. Es lo que tienen los genios: que casi sin querer, lo cambian todo sin apenas hacer ruído.

    Moloney fue un pequeño gran genio. Un auténtico prodigio del viento que elevó instrumentos como la gaita gaélica, el bodhrán y la flauta y el tambor irlandés a los altares de la música. Y lo hizo sin renunciar a la pureza, pero sin enquistarse en ella, consciente de que en la mezcla cultural es donde la mayor parte de las veces está la virtud. ¡Gracias Paddy por escapar del nacionalismo “pentagrámico” y apostar por el universalismo! He disfrutado tantas veces de ese mestizaje que ya no concibo la música sin él.

    Conocer, explorar, comprender, importar, fusionar, interpretar y mezclar. Dice mi buena amiga Eva Collado que “en la vida tú eliges los verbos que decides conjugar”. Yo estoy convencido de ello. Porque hay quienes son de conocer poco y de conformarse con su miseria intelectual. Hay quienes son de explorar todavía menos y de querer reducir el mundo a su pequeño microcosmos. Hay quienes, lejos de preocuparse por comprender a los demás, sólo quieren que los demás les comprendan. Hay quienes piensa que importar es un verbo que se conjuga sólo para tener valor e importancia. Y por haber, hay quienes no fusionan ni siquiera el huevo con la patata para no “desprestigiar” su concepto de tortilla.

    Por regla general todos los perfiles anteriores se acumulan en el haber de los malos intérpretes. Porque los buenos, los verdaderamente extraordinarios, nunca le tienen miedo a la mezcla. Así es la vida. Los mediocres eluden la mezcla porque tienen un miedo a impregnarse de trazas de sabiduría al que muchos llaman envidia. Por el contrario, las personas geniales buscan siempre mejorar a través del “contamíname” y del “méclate conmigo”. Cada uno de nosotros debe decidir qué tipo de músico quiere ser.

    Yo quiero parecerme a Paddy y ayudar a llenar cada día el escenario de la vida de alegría, proyectos y utopías más allá de los cánones y las fronteras.

    14 oct 2021 / 01:00
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