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Shakespeare and company

EL próximo 16 de junio se volverá a celebrar en todo el mundo, y de manera especial en Irlanda, el Bloomsday, día dedicado a Leopold Bloom, protagonista, junto con Stephen Dedalus, de Ulysses, la compleja, extraordinaria e inclasificable novela de James Joyce. La celebración coincide esta año, para resaltar todavía más, si cabe, el evento, con el centenario de su publicación; y, también, con el quincuagésimo quinto aniversario del fallecimiento de Sylvia Beach, propietaria de la librería parisina Shakespeare and Company, sin cuyo arrojo y determinación dicha publicación no hubiera sido posible.

Gracias a su intervención pudo superarse la prohibición de su difusión por entregas en Estados Unidos, como consecuencia de un fallo judicial tan absurdo como inexplicable en aplicación de la Ley Comstock, que la había declarado indecente y obscena.

Esta intervención de Sylvia Beach no puede entenderse sin el papel que, al poco de llegar a París, asumió de la mano de la que sería más tarde su pareja, Adrienne Monnier, propietaria de la librería La Maison des Amis des Livres. Bajo su impulso, Sylvia Beach montó su propia librería, Shakespeare and Company, primero en el número 8 de la calle Dupuytren, y luego en el número 12 de la calle del Odéon, casi enfrente de la de Adrienne Monnier.

Al margen del objetivo primario de la librería, consistente como el de tantas otras en la venta y préstamo de libros, Sylvia Beach hizo de ella un punto de encuentro literario de primera magnitud, frecuentado por muchos de los que Gertrude Stein denominó Generación Perdida, como Hemingway, Fitzgerald o Pound, aparte de la propia Gertrude Stein y su pareja Alice Toklas y, claro, el propio James Joyce.

La calle del Odéon es una calle corta y estrecha, situada entre el Teatro del Odéon, de ahí su nombre, y el bulevar de Saint-Germain-des-Prés. En el número 10 había, y todavía sigue habiendo, un bar, Le Dix, al que mis compañeros de estudios de posgrado y yo solíamos ir a tomar una de sus bebidas más típicas, vino tinto caliente con azúcar y canela, al caer la tarde o después de cenar. Al entrar, nos solíamos detener unos instantes, en un rito que se fue afianzando con el paso del tiempo, ante el número 12, donde había estado Shakespeare and Company desde su apertura en 1919 hasta 1941, año en el que la detención e internamiento en un campo de concentración de Sylvia Beach, por su negativa a vender un ejemplar de Finnegans Wake a un oficial alemán, precipitó su cierre.

A partir de 1951, otro americano, George Whitman, abrió en el número 37 de la calle de la Bûcherie, justo enfrente de Notre Dame, una librería especializada, como Shakespeare and Company, en literatura inglesa, a la cual puso inicialmente el nombre Le Mistral, pero que luego, en 1964, unos años antes del fallecimiento de Sylvia Beach, cambió por el de Shakespeare and Company, en recuerdo de aquélla.

Al cruzar el umbral, te encontrabas, y te sigues encontrando, con algo que es más que una librería: una especie de santuario dedicado a Sylvia Beach, con fotos suyas en las paredes; un refugio ocasional para escritores y artistas sin techo; y un lugar de reunión de autores consagrados o por consagrar. En ella compré mis primeros libros de James Joyce y a ella vuelvo, como si de un peregrinaje se tratara, cada vez que regreso a París.

Kerri Maher acaba de publicar en castellano la novela que lleva por título La librera de París, y en la que, con una prosa amena y brillante, revive la peripecia vital de Sylvia Beach. Una peripecia marcada, en lo personal, por su relación con Adrienne Monnier, por el suicidio de su madre y por el complicado carácter de su padre, pastor presbiteriano; y, en lo profesional, por la apertura de Shakespeare and Company, por el trato, no siempre fácil, con James Joyce, y por la edición, contra viento y marea, de Ulysses, en defensa del ejercicio de la libertad de expresión frente a la contumaz cerrazón de las leyes y tribunales americanos de la época. Por todo ello, justo es reconocer una obra que ha perdurado con el paso del tiempo, y a la que estas líneas quieren rendir un modesto homenaje.

11 jun 2022 / 01:00
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