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Sí es sí

    PARECE que “sí es sí” y “no es no”. Pero en un país acostumbrado tantas veces al “tal vez” o al “si cuadra”, resulta que la claridad del consentimiento se ve empañada, en infinidad de ocasiones, por un aluvión de claroscuros. Y no me refiero, aunque también, a la dialéctica de vaso de tubo bajo neón. Me refiero a que no se puede justificar lo injustificable, como está sucediendo muy a menudo en un país que se asemeja, cada vez más, a la antología del disparate de cualquier estancia del 13 de la rúa del Percebe.

    Hacer una norma para penalizar al agresor sexual y acabar por beneficiarle, es algo que sólo puede pasar en España. Con perdón. Pero ser conscientes del desajuste y la injusticia de su aplicación y mirar para otro lado, sin ni siquiera intentar revertirlo, es algo propio de las repúblicas bananeras. Y hay que tener muy poca vergüenza, y poca es alguna, como decía mi padre, para ponerse a defender semejante chapuza legal en el Congreso con actitud prepotente y altanera.

    Cuando uno, una o une no sabe de algo y da muestras sobradas de su ineptitud, lo mejor que puede hacer es echarse a un lado. Y sí. Ya lo sé. Una ministra, ministro o ministre no tiene porqué saberlo todo. Para eso tiene a su equipo. Ahora bien. Si su equipo falla, y además de manera flagrante, cualquier líder, lideresa o como se diga en neutro que se precie debe tener la elegancia y la valentía de dar un paso al frente y dimitir. Aunque también lo decía mi padre: en este país, la victoria tiene muchos padres, pero la derrota es huérfana.

    Y hablando de padres. Como progenitor que soy de una niña de seis años, ¿no creen que tengo derecho a pedir a los dirigentes de mi país que apoyen la redacción de normas pensando en su protección? ¿Y no piensan que tengo derecho a retorcerme en mi silla cuando escucho cómo delincuentes sexuales ven minorada su pena por la cabezonería de una ministra que se niega a reconocer su error? Yo creo que sí.

    Porque está muy bien que nos inviten a ponernos una camiseta violeta para reclamar derechos. Por supuesto que sí. No reniego para nada de la necesidad subyacente a esa foto tan buscada por muchas, muchos y muches cada mes noviembre. Pero si mientras nos hacemos la foto se dedican ustedes a firmar leyes para rebajar las penas de los agresores sexuales, métanse las camisetas moradas por donde les quepan. A ver si así se les sube el sonrojo de una vez por todas. Con perdón. O ni siquiera...

    01 dic 2022 / 01:00
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