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Pablo Junceda Moreno

Por Pablo Junceda, Director General Sabadell Gallego

“Se coge cariño especial a los caminos que has pisado con tus pies”

Laura IbarraDiario de una campesina

Mi vida, incluso desde mucho antes de comenzar a vivirla, siempre ha estado unida a la tierra gallega. Desde la preciosa A Guarda en el sur de Galicia –cuando ya anochecía el siglo XIX–, partió mi abuelo para ganarse la vida al otro lado del océano. Y partió como lo hicieron muchos gallegos de su tiempo: llenos de ilusión y vacíos de todo lo demás, para regresar ricos en vivencias, con las sienes de espuma de mar y algo de bienestar para los suyos.

Años después, fue la providencia o tal vez el Santo Patrón los que quisieron que mi padre se uniese de nuevo a la querida Galicia pasando aquí –en la monumental e inigualable Compostela– algunos de los mejores años de su vida como estudiante de Medicina. Siempre me recordaba el frío que pasó, y lo mucho que paseó Rúa do Franco arriba, Rúa do Franco abajo ante la atenta mirada del Colegio de Fonseca, como no queriendo llegar a la triste habitación de la fonda en la que malvivía.

Todos estos recuerdos, que forjan una familia y un carácter, se agolparon en mi memoria la primera vez que volví a recorrer, hace ya muchos años, las empedradas callejuelas de mi querido Santiago para llegar a la Sede Compostelana del Sabadell Gallego en la Calle Hórreo. Debo reconocer que me sentí en casa: la lluvia, los estudiantes, las filigranas de los maestros canteros, o polvo rebosante e insinuante detrás dos cristais dos escaparates nos bares... e aí, siempre aí, mires onde mires, a Catedral, sempre a Catedral...

Alguien dejó dicho que si tropiezas con la misma piedra más de tres veces, ya no es un error, sino una decisión. La misma que he decidido tomar casi cada semana al acercarme a mi querida Compostela enfundado en mi uniforme de trabajo y caminar siempre bajo la atenta mirada del Mestre Mateo y sus Apóstoles. Aquí, Rúa do Franco arriba, Rúa do Franco abajo... como imitando los pasos de mi padre es uno de los sitios en los que mejor me siento, sinxelamente porque aquí, baixo o influxo das milenarias pedras da Catedral do camiño é onde calquera pode sentirse como na casa.

No parecería razonable que un simple directivo de banca, siquiera se aventurase a describir ni una sola de las bellezas inabarcables de nuestra maravillosa Catedral Compostelana, “que para iso hai moitos expertos e moi preparados” que diría mi querida Manuela, una de esas gallegas ilustres por su cocina y por su sabiduría natural, esa que sólo se aprende en las páginas de la vida. Pero sí creo que en mi condición de gallego de abuelo nativo y padre adoptivo de esta tierra, puedo aventurarme a explicar el influjo que esta sinfonía de piedra, arte y espíritu ejerce sobre todos los que trabajamos, vivimos y recorremos los caminos que siempre nos acaban llevando al Obradoiro, a los mismos pies de la Gloria que en Santiago tiene forma de pórtico.

Mi vida transcurre, como la de muchas otras gallegas y gallegos, entre documentos, decisiones, personas, reuniones e ilusiones que hacen el afán de cada día. Y, día tras día, lluvia tras lluvia, peregrino tras peregrino... todas estas horas vitales pasan de forma muy diferente bajo el paraguas de las torres de nuestra Catedral; ¿la razón?, quizá debemos encontrarla en la confluencia de dos serenas influencias que convergen en la Santa Catedral: la del Maestro Mateo y la del Santo Apóstol; quédense Uds. con la que más les serene el ánimo y más les ayude, pero nunca olviden volver y tomar decisiones bajo su manto: serán –sin duda– decisiones tomadas con más sabiduría y seguro también con más sentidiño, ese que cada vez más escasea y más necesitamos y, lo serán, porque estas piedras hablan y lo hacen a su manera, susurrando lo bueno y alejando lo malo desde sus gárgolas, fieles guardianas de la Catedral.

Me gustaría finalizar estas reflexiones como las comencé: compartiendo y disfrutando una frase de quien sabe escribir porque conoce los secretos de las buenas palabras, en este caso de otro maestro, el filósofo Confucio: “Quien volviendo a hacer el camino viejo aprende el nuevo, puede considerarse un maestro”; non é unha tarefa fácil, pero niso seguimos.

17 abr 2021 / 01:00
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