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Siracusa

    NO sé cuándo se dejó de enseñar para transmitir saber y cultura y se pasó a formar individuos para trabajar y producir. Algunos no nos hemos cansado de predicar que la educación nos haría libres y que una escuela universal y gratuita nos conduciría a la posesión de una sociedad más inteligente, en paz y armonía política.

    Como a Platón en Siracusa, la realidad nos ha abofeteado a cada dos por tres. En nuestro tiempo la inteligencia pocas veces se usa para gobernar desinteresadamente y, mucho menos, para culturizar en igualdad a quienes han de sucedernos.

    Hemos vividos más de cinco siglos practicando una enseñanza dirigida a perpetuar una organización religiosa, reticente con la ciencia y el progreso, anclada en fábulas y promesas de eternidad con la sombra del miedo emanando de los púlpitos y confesionarios. Nada diferente a otras organizaciones amantes de las teocracias que en el mundo han sido y son.

    En España, hasta el final del franquismo, la escuela capaz de conducir al poder y al bienestar a su alumnado circulaba bajo palio. Y desde entonces, en democracia hemos elaborado siete leyes educativas en un tira y afloja con ese poder. Treinta y cinco años de polémicas nos contemplan desde la muerte del dictador hasta la nueva propuesta de la ministra Celaá.

    Con la legislación del Gobierno de coalición volvemos al viejo propósito de suprimir los mecanismos de segregación y desigualdad consagradas por la ley Wert. A propiciar la laicidad sin prohibir la confesionalidad. A primar la enseñanza pública sobre la concertada y privada, sin combatirlas. A ampliar las oportunidades. Al derecho efectivo a la calidad. A reforzar la función social, la educación infantil y la formación profesional...

    Si fragua, el siguiente paso debiera ser educar para el saber y no solo para el trabajo. Esta, como ley orgánica, será de obligado cumplimiento, sin embargo algunas comunidades autónomas ya han desenvainado los sables ideológicos contra la igualdad y la cultura universal. Seguimos, admirado Platón, en Siracusa y en la lucha de clases.

    29 nov 2020 / 00:00
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