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Sobredosis de pasado

    LA VERDAD es que encuentro tan ridícula esta nueva pulsión global por restaurar las glorias (reales o no) del pasado como el presentismo emocional, que pretende ignorar la Historia y decirnos que todo empezó ayer, y que lo demás no cuenta. Comparar una época histórica con otra, con la misma perspectiva y los mismos parámetros, no parece demasiado razonable.

    Se diría que hay un exceso de doctrina. Gran parte de ella se distribuye por las redes de aquella manera, y otra sale del manual de las simplicidades, que hoy se maneja con soltura. Este afán desmedido por orientar la mente de los ciudadanos a todas horas, dividir la realidad entre el bien y el mal, entre lo bueno y lo malo, esa simpleza, tiene sin duda su explicación. Estamos ante un progresivo crecimiento de la propaganda que elimina cualquier atisbo de profundidad. Pero es nuestra culpa si prestamos atención a todo eso. Las democracias deben crecer en la inteligencia y la profundidad, en los matices, y deben abominar de la simpleza. De lo contrario, serán atacadas, como ya ocurre.

    La sobredosis de pasado parece una epidemia global. Se diría que es un movimiento neorromántico que busca apoyarse en la Historia, en los relatos épicos y heroicos, de corte siempre muy medievalizante, en la nostalgia de pasados remotos, para construir nuevos escenarios emocionales que sirvan para superar, o enmascarar, los déficits del presente, las crisis o los síntomas de decadencia.

    Acabamos de vivir todo esto con el funeral / espectáculo de Isabel II. Un ejemplo perfecto de esa nueva tendencia a la creación de espacios altamente ficcionales que beben, sin embargo, de perfumes imperiales o coloniales. Se crea así un relato acompañado de imágenes fulgurantes capaces de manejar los contextos emocionales, que constituyen uno de los males de la política contemporánea. Arropar al pueblo con símbolos que no son tan cercanos, pero que se presentan como tales, promocionando una mercancía, el viejo imperio colonial y las banderas tremolantes, de la que apenas queda el recuerdo en los libros de Historia y un par de ceremonias vistosas. Curiosamente, y más en este confuso momento posterior al brexit, envueltos por una política errática en Westminster, la estrategia parece útil a corto plazo, pero no de otra manera. El golpe emocional funciona. Sin embargo, las sociedades actuales difícilmente parecen dispuestas a alimentarse exclusivamente de esa idea del pasado triunfador.

    Nada distinto sucede en Rusia, donde por lo visto se trabaja en esa reconstrucción de las viejas ideas imperiales, y además utilizando métodos que no parecen propios de las sociedades avanzadas. La búsqueda de apoyo mediante el recurso a las nostalgias doradas, cualesquiera que sean, o apelando a lo sentimental o a lo simbólico, no se diferencia de las ideas tribales o chamánicas, con la correspondiente intervención de los dioses a través de liturgias ceremoniales que en realidad sirven para ganarse a la masa, como en la antigüedad.

    En esa misma línea funciona el populismo emocional, que apela al concepto de pueblo como algo superior al resto de la colectividad humana y que prefiere ver al otro como rival, porque un rival siempre ayuda a construir tu ideario glorioso y tu relato épico. Ayer mismo, Italia parecía estar dispuesta a aceptar un escenario en el que el viaje a la nostalgia y a un tiempo no precisamente ideal se vende a los ciudadanos como instrumento para su salvación. La sobredosis de pasado puede ser, a veces, una droga eficaz.

    25 sep 2022 / 23:40
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