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Socialdemocracia

    HOY día resulta difícil hablar de verdadera socialdemocracia en Europa. También de conservadurismo, liberalismo, y hasta de centrismo. Las súbitas y continuadas crisis que hemos padecido, ya fuesen económicas y financieras, políticas y diplomáticas, humanitarias e inmigratorias, o sanitarias y vitales, nos han llevado a aceptar extremismos a derecha e izquierda que hasta hace poco resultaban tan superados como denostados.

    Y si bien es cierto que los más recientes y destacados líderes de las denominadas derechas han contribuido a inquietar el espectro conservador (recuérdese la actitud de Donald Trump, Jair Bolsonaro, Boris Johnson, Viktor Orbán o Mateusz Morawiecki, frente a José María Aznar, Mariano Rajoy o Angela Merkel), las nuevas promesas políticas aparentan desconcertadas y carentes de un mensaje nítido con el que identificarse. Pero las izquierdas no lo tienen mejor.

    En España el socialismo moderado y centrista clásico sucumbe ante los criterios del (neo)comunismo populista; el mismo con el que el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) se resiste a pactar, y que en Reino Unido se deja fuera de ese nuevo laborismo de Keir Starmer que gira al centro a la hora de formular un proyecto cabal y competitivo. Lo mismo acabamos de ver en Italia tras las elecciones municipales, que apuntan al claro auge de un Partido Democrático (PD) que apuesta por el centroizquierda, y se aleja del populismo del Movimiento 5 Estrellas (M5S).

    También Anne Hidalgo tendrá que hacer lo propio si desea revitalizar al Partido Socialista francés. Parece que ahora incluso urgen las grandes coaliciones de centro; pero son pocos los países capaces de arrinconar las estrategias partidistas en favor de un bien común. Hoy el verdadero progreso es sólo alcanzable desde esa moderación pactada entre una política económica escorada a la derecha, y unos postulados de compromiso y justicia social que hasta hace poco querían abanderar en exclusividad las izquierdas.

    Es tal la propaganda que proyectan los partidos, que ni siquiera somos capaces de reconocer que es en “la gran coalición” vivida en Alemania, o en las apenas divergentes políticas aplicadas desde EE. UU., independientemente de quien ocupe el Despacho Oval, donde se forja el camino, aun así complejo, que puede propiciar un futuro más provechoso para todos.

    Pero claro, cuando se producen coaliciones de Gobierno tan perjudiciales como en España, donde los hijos, la propiedad privada y la vida pasan a pertenecer al Estado, y los ministros le imponen al ciudadano lo que debe pensar, cómo debe sentirse, y hasta lo que tiene que comer, la socialdemocracia se adultera y, lejos de representar la libertad, pasa a simbolizar la opresión y la intervención, mancillando así su propia historia de lucha y progreso.

    11 oct 2021 / 01:00
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