Santiago
+15° C
Actualizado
sábado, 10 febrero 2024
18:07
h

Soy un insomne tokiota

    SOY un insomne tokiota. Las Juegos Olímpicos no han trastocado mucho mis ritmos circadianos, ni mi ritmo en general, porque soy muy nocturno, pero los han especializado. Que en Japón madruguen muchísimo para llevar a los nadadores a las aguas abiertas (incluso a las cerradas), mayormente por el calor, hace que yo, a las dos de la mañana, intente algo más que buscar un yogur solitario en la nevera.

    En pleno agosto, aquí con mucha menos temperatura que en oriente, mi vida comienza de madrugada ante la televisión. Prefiero el riguroso directo de los insomnes que el enlatado de media tarde, cuando todo el pescado está ya vendido. Los comentaristas dicen que el agua, allí, está a treinta grados. A los nadadores les colocan unos chalecos de hielo al salir, para que el cuerpo vuelva a la normalidad. Pienso en la playa aquí abajo, donde muchos jamás han catado el agua más allá de las puntas de los dedos, y me pregunto qué haríamos nosotros con unos chalecos forrados de hielo: ¡gin-tonics!

    Las retransmisiones de los Juegos Olímpicos obligan a construirse un programa riguroso. Hay mucho deporte y mucho deportista. Aunque luego repetirán mil veces esa medalla que al fin conseguimos en esto o aquello, lo cierto es que prefiero el suspense del momento. Hay algo que hacen los periódicos y las televisiones que creo que da mala suerte. Tienen una sección llamada ‘posibilidades de medalla para hoy’. No sé, yo me cortaría un poco. Por otro lado, la sección me recuerda a la predicción meteorológica: y ya saben lo difícil que es acertar con el tiempo que va a hacer.

    Después de ver unas cuantas mangas (sí, como el cómic japonés) de piragüismo o vela (en ambas competiciones somos buenísimos desde siempre), suelo buscar un tentempié. No me canso tanto como Craviotto, claro, ni como la gran Teresa Portela (incombustible, fantástica: y buenísima también ante los micrófonos y las cámaras), pero hay que recuperar. Intento un sueño rápido hasta que salte en las pantallas uno de esos deportes de equipo en los que somos tan buenos. Perdido el baloncesto en los cruces, qué cruz, tanto el masculino como el femenino, me vuelco en el waterpolo. Luego nos olvidamos de ellos, porque el fútbol todo lo puede, pero los deportes de agua están sacando nuestra participación a flote.

    No sé si les pasa lo mismo, pero creo que somos más generosos con las competiciones individuales que con las colectivas. Se nos da bien el equipo (quién lo iba a decir: siempre acusan a los españoles de no saber trabajar coordinadamente en grupo), pero con los atletas, nadadores, gimnastas, y así, tendemos, creo, a valorar el esfuerzo individual, más allá de las banderas que acompañan sus nombres en los rótulos de la pantalla.

    Quiero decir que es fácil alegrarse de la proeza de Biles, buscando la barra de equilibrio en tiempos de tanto desequilibrio emocional. Sin embargo, tengo la sensación de algunos países viven la competición por las medallas con exceso de celo. Y aparte de las frustraciones individuales, que se comprenden, hay también esa tendencia a medir la eficacia y la relevancia de un país por el número de victorias olímpicas. No sé yo.

    Para los que nos hemos convertido en insomnes tokiotas, la gran pregunta es qué ocurrirá con estas madrugadas cuando todo termine. La grandeza de los Juegos Olímpicos estriba en que todo el rato están sucediendo cosas. Todos los atletas tienen algo que contar. Durante cuatro años viven en un silencio esforzado, muy diferente, por ejemplo, de lo que sucede en el fútbol. En fin. Ya encontraremos otras historias para no dormir.

    05 ago 2021 / 01:00
    • Ver comentarios
    Noticia marcada para leer más tarde en Tu Correo Gallego
    TEMAS
    Tema marcado como favorito
    Selecciona los que más te interesen y verás todas las noticias relacionadas con ellos en Mi Correo Gallego.