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Reseña Musical

Stefan Jackiw:”Concierto para violín en Re M. Op. 47” de J.Sibelius dirigido por Anja Bihlmaier

    Concierto en el Palacio de la Ópera de A Coruña- 20´00 h.-, en dedicatoria a Rogelio Groba, con el violinista Stefan Jackwin, que interpretará el “Concierto en Re m. Op. 47” de J.Sibelius dirigido por la alemana Anja Bilhmaier, con la “OSG”, en un programa que incluye obras de Luigi Dallapiccola y R.Schumann. El violinista dio cuenta recientemente de obras como el “Concierto para violín”, de B.Britten, dirigido por Thomas Sondersgard, con la O. de Cleveland; el de Brahms, con Otto Tausk; el de Korngold, con la “Gaüle Symphony” y otro en estreno de Conrad Tao, con la “O.S. de Atlanta”, músico con el que comparte trabajos en el “Junction Trío”, con el chelista Jay Campbell. La directora alemana, Anja Bihlmaier, ejerció como titular en la O.S. de Lahiti”, como paso inmediato a la “Residentie Orkestra La Halle”, una directora con escuela en Friburgo con Scott Sandemeier, para continuar con Dennis Russell Davis. Pasó por el Mozarteum de Salzburgo, con J.Rotler, recibiendo consideraciones como la beca de la ”Fundación Brahms” y de la Deutsche Dirgenteforum (2005), y entre sus aportaciones , destacan las aportaciones tutelares con formaciones como la Deutchsches Symponie-Orchester Berlin, la “NDR Radiophilharmonie Hannover” o la “City of Birmingham S. O.”

    Para entrar en materia, la “Piccolla musica notturna” de Luigi Dallapicola, poco que ver con Mozart y mucho más con Béla Bartók, obra testimonial que remite a la poética de Antonio Machado-“Noche de invierno” de “Campos de Castilla”- en su evocación, un salto al vacío bajo la presión de la soledad, una dedicatoria a quien la inspiró, Hermann Scherchen, con estreno en 1954, en la Hannover Beethovensaal, composición que abunda en la recreación de atmósferas sonoras enrarecidas y suspendidas en su desarrollo, casi en una actitud inmóvil y atemporal, tendiendo con ello a una asumida sensación de misterio permanente, en una búsqueda por la quietud y placidez, en una impasibilidad casi absoluta , marcada por escasos contrastes, que se abocan a una impresión de mínimo esfuerzo y en los que valores de timbres y dinámicas, resultan elementos fundamentes en esa pretensión a aproximación a la poética que otorga los argumentos de esta composición en la que el clarinete, ayuda a trazar su posterior evolución. La obra se refuerza con ayuda de arpa, celesta y percusión, para expresarse en una técnica serial libre. Luigi Dallapiccola, autor de una obra igualmente testimonial como “Canti di prigiona” (1938/41), primer testimonio de la Resistencia, tendrá refrendo a “Il Prigionionero” (1944/8) para confirmase en su ópera “Ulisse” (1958/60), en la que toman importancia citas de Alfred Tennyson, James Joyce, Thomas Mann o Antonio Machado.

    Sibelius, notable violinista sabría aprovechar todos los recurso del instrumento ,explotando con profundo conocimiento sus recursos, para una obra que estará dedicada al violinista húngaro Franz von Vecsey, un trabajo en la cumbre del virtuosismo, destacando su papel frente a la orquesta en un logrado equilibrio, perfectamente mantenido a lo largo de sus tres tiempos. Obra en principio desechada que tendría una revisión antes del estreno por Carl Halir con la Berlin Philharmonie, en octubre de 1905, y cuya versión original recuperará Leonidas Kavakos en 1995, por un acuerdo con sus herederos. El “Allegro moderato”, el violín trata un tema en extenso a lo largo de una treintena de compases y que consigue prolongarse gracias a breves motivos de acerado virtuosismo, sencillo y marcado por una gran pureza de expresión, en los lindes de pinceladas perfectamente tratadas, que guardan detalles ostensibles con las raíces populares. La orquesta, en el segundo tema, se decide por una idea más lírica y apasionada, en un buscado contraste de argumentos, preparando la entrada del solista en su lucimiento, gracias a un aire danzante, que amplia una melodía rica en posibilidades expresivas, con una gran cadencia de conclusión.

    El “Adagio di molto”, con una original introducción, confiada a las maderas, insinúa un estilo calmado llevándonos a una florida melodía de la que surge el violín solista, definiendo la pauta de este movimiento, con una presencia importante del registro grave, saturado de una emoción a la que contribuye de forma clara la propia orquesta, en este juego de oposiciones necesarias, preparando otro episodio central para un diálogo fructífero entre el solista y la orquesta. El “Allegro ma non tanto”, ostentoso y brillante, resulta con creces el necesario final, gracias a un ritmo cambiante desde el registro grave de la orquesta, a la que se opone un aire de danza del solista de violín. Para mejores resultados, un excelente diálogo en el que el violín, desafía a la orquesta en permanente ansia de protagonismo. Un apurado y frenético tema de la orquesta, nos lleva a una conclusión a través de unas variaciones de clara preponderancia.

    Robert Schumann con la “Sinfonía nº 2, en Do M. op. 61”, posterior a su “Concierto para piano” y cuando comenzaba a sentir las amarguras de sus peores años. El “Sostenuto assai”, con la entrada de un tema solemne, se avanza por el protagonismo de trompas, trompetas y trombones, al principio con una delicada placidez, con un tema que terminará reapareciendo en los instrumentos de metal. En su exposición utiliza ritmos de declarada presencia frente a los detalles puramente melódicos, que se afirmarán con claridad en su desarrollo, para un tiempo que no renuncia a una dilatada extensión, dominado con señorío la tonalidad de Do M., aspecto que volveremos a encontrar en los movimientos segundo y cuarto, urgidos por la necesidad unitaria en el plano armónico, criterio fundamental de la sinfonía en su conjunto. El “Scherzo. Allegro vivace”, cuidadosamente construido, vale a modo de un “perpetuum mobile”, tiempo en el que destacan en especial sus dos tríos decididamente contrastados, con un primero de talante ligero y un segundo que en cierto aspecto, nos sugiere con seguridad un estilo camerístico, gracias al tratamiento de una polifonía cuidada y traslúcida. Tiempo que, con algo de imaginación, puede llevarnos a otros compositores próximos a él en su época y diseño.

    El “Adagio espressivo”, resulta en sus parámetros uno de los movimientos más reconocibles en el autor por su estado de ánimo con el que se manifiesta, un Schumann en la otra vertiente distante al que las biografías ofrecen de una personalidad al borde permanente de la tragedia, un autor ensoñador y pendiente de los arrumacos afectivos y que para la ocasión se apoya en las distantes herencias del clasicismo, sin obviar la profunda sensibilidad romántica en la que están presentes la permanente melancolía y el ensimismamiento, desde la entrada con la sección de violines. El “Allegro ma non tanto finale”” de conclusión, se inicia con una tensa acentuación rítmica, entre oposiciones binarias y terciarias, tiempo en el que además, volvemos a encontrarnos con un pasaje del “Adagio”, con decididas y continuas transformaciones. No niega la sinfonía una curiosa alegría, de la que notables especialistas, hallan ciertos detalles beethovenianos.

    13 ene 2023 / 01:00
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