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Suave sol de otoño

    HA dejado de llover y un suave sol de otoño ilumina las abruptas laderas del cañón del Sil que entreveradas de otoñales masas de verdes y ocres se despeñan por escarpadas pendientes. En los espesos bosques de robles y castaños, musgos y líquenes recubren las formas de troncos y ramas, las cercas (los viejos valados de piedra) y rocas. Los suelos son rojizos y húmedos de hojas vencidas del bosque atlántico de roble y castaño desparramadas entre los árboles y helechos.

    Las fragas de carballos y castiñeiros que cuelgan por las laderas solo se interrumpen por bancales con viñedos de excelente tinto que miran hacia el río, allá abajo, estrecho, encajado y apenas visible bajo el espeso manto blanco de nubes bajas que hoy planean sobre este ya milenario lugar de retiro ermitaño y monacal por ello llamado Ribeira Sacra.

    En estos bosques apartados el viajero de Madrid, la ciudad del oso y madroño, encontrará no más osos pero sí muchos más madroños que allí, en Galicia ervedos o albedros. Hace años que frecuento estos mismos parajes en los que estos días me tomo un respiro de la peste.

    No es ésta la única amenaza. La incorporación a la vida política de Bildu y ERC podría parecer positiva para la normalización si no se tratase de recalcitrantes oportunistas ante un presidente que paga sus lealtades al contado. Sus ministros moderados parecen insinuar que no hay motivos para preocuparse, que pueden mantener el control de las potenciales amenazas al Estado por parte de aliados que les resultan imprescindibles para recorrer el propio camino. Pero los hechos no les dan la razón y la política parece envuelta en una subasta oportunista orientada a la sola supervivencia.

    La política tradicional había quedado un tanto desacreditada tras la crisis y quienes se presentaron como salvadores –líderes jóvenes como Iglesias y rebeldes litigantes con sus aparatos como Sánchez–, encabezaron movimientos populistas con sus rasgos propios pero no tan distintos del procès. La crisis de credibilidad de las políticas identificadas con el sistema facilitó así la formación de un bloque populista de intereses sazonado con retóricas patrióticas de regeneración social y liberación nacional.

    Pero la inesperada prioridad del interés general por la epidemia hizo aflorar un país sin dirección claramente definida y con un proyecto político que parece improvisado y oportunista. No parece buen momento para proyectos compartidos ni para los urgentes acuerdos que necesitaríamos.

    01 dic 2020 / 00:00
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