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Sumar no es tan sencillo

    TENGO la sensación de que el proyecto político de Yolanda Díaz es más cómodo para Sánchez, para Podemos, e incluso para ella, mientras sea proyecto. Es verdad que ya sabemos más cosas de él, pero ‘Sumar’, como se le ha llamado (mantiene esa curiosa tendencia al uso de los verbos como nombre de grupos políticos: poder, sumar, y así), tiene todavía ese atractivo del enigma, de la obra ‘in progress’, de lo inacabado o incluso de lo sólo empezado. El aspecto perfectivo que implica algo completo es menos ilusionante que aquello que todavía está naciendo, aquello que sólo se intuye.

    Y tal vez esa es la razón por la que Yolanda Díaz ha tardado tanto en fundamentarlo. Porque necesitaba ver cómo respiraba el personal, buscar sinergias y quizás limar bastantes asperezas. Me temo que sumar no es una operación tan sencilla como parece. Lo saben por la coalición. La experiencia ayuda. Sumar es positivo, es incluso ‘cool’, vamos, que mola, sumar no puede ser negado, claro está, alude al deseo de crear comunidad, al deseo de tener colegas fieles, pero también sugiere la unidad en la discordia, o al menos la unidad en la diferencia, en aras de un bien mayor.

    El proyecto, la plataforma, la suma, lo que pretende Yolanda, tiene que ver con el reagrupamiento de la izquierda (o de la izquierda de la izquierda) que se divide mucho, demasiado, y de hecho Podemos acaba de decir (leo en los papeles) que se plantearía una coalición con Díaz, llegado el caso, pero no una entrada en su plataforma. Si esto es así, sería sumar, no digo que no, pero quizás sería sumar menos. Sería sumar, pero con precauciones. O con cierta distancia. No sería sumar restando, o sea, pero sería otra cosa. Estaríamos ante una coalición que podría servir para otra coalición (con Sánchez, por ejemplo, o con quien venga...), y eso es ya mucho coaligar, aunque quizás no quede otro remedio, si consideramos la marcha de las encuestas.

    El proyecto de Yolanda se enfrenta ahora (o en meses) a su sustanciación, más allá de las palabras y de los deseos. Siempre hay un momento crítico. El momento en el que Díaz tendrá que pasar al meollo de la cuestión, nombres, estructura, jerarquía y cosa. Lo que ha ido naciendo como una idea, como una pasión personal, quizás, como un proyecto que “no va de partidos”, tendrá que tomar una forma, un cuerpo, más allá del estado del alma. Si no es un proyecto electoral, ¿qué es? No vamos a quejarnos de que la filosofía triunfe sobre el pragmatismo ramplón de estos tiempos. Pero hay un instante en el que las cosas se sustancian. No todo puede ser difuso eternamente.

    Y por eso, mientras late el proyecto y se moldea en el territorio del deseo, en el territorio incorpóreo, Yolanda Díaz encontrará afecto y comprensión. Y apoyo. Más complejo será cuando tenga que hacerse cuerpo tangible. Sánchez aún no sabe cuánto de Yolanda triunfará, cuál será su peso, pero de eso dependen muchas cosas. Ni siquiera sabe si será candidata. Pero Díaz ha dicho que la cosa no va de partidos, sino de idea de país. ¿Qué significa eso exactamente? ¿Tendrá que ceder Podemos su influencia si el ascenso de Yolanda resulta irresistible? ¿Logrará Díaz convencer a sus socios de que es posible trascender todas las diferencias domésticas y hacerlo bajo su nombre unificador? ¿Logrará Díaz sustanciar ese territorio aún incorpóreo, sin tener que librar batallas demasiado terrenales?

    03 ago 2022 / 01:00
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