Sumisión
El dato es estremecedor por sus connotaciones y por su gravedad intrínseca. Según los últimos datos oficiales del Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses del Ministerio de Justicia, una de cada tres agresiones sexuales que se han cometido en los últimos cinco años se han producido bajo “sumisión química”, es decir, la víctima estaba bajo los efectos del alcohol, las drogas o sustancias químicas.
Como siempre hay que poner el foco en el agresor –ellos– y no en las víctimas –ellas– por si los que hablan de que la violencia de género es un concepto relativo se den por enterados.
Algo pasa entre los jóvenes y menos jóvenes cuando a la falta de capacidad para establecer unas relaciones personales sanas con el sexo opuesto se le añade la cobardía de atacar en manada o de utilizar sustancias estupefacientes para conseguir lo que son incapaces de lograr mediante los procedimientos tradicionales o virtuales para conseguir una pareja esporádica o estable. O si no, acuden al burdel después de las últimas copas como se ha puesto de moda últimamente victimizando a la mujer de una forma u otra.
SOMBRILLAS. Llega dentro de poco la Semana Santa y con ella el inicio de la temporada turística y de los baños de ola, de los bronceadores y de las sombrillas. Este último un elemento fundamental para permanecer largos ratos en la playa y protegerse de los rayos perniciosos del sol. Pero la sombrilla puede convertirse en una pieza peligrosísima que causa pánico entre el resto de bañistas cuando sale volando si sus incautos poseedores no la clavan como es debido.
Gracias a José María Almira las playas se han convertido en más seguras desde hace una veintena de años, porque es el inventor del pincho que se coloca en el extremo puntiagudo de la sombrilla con forma de tornillo sinfín que permite sujetarla con tanta fuerza al suelo que es capaz de soportar cualquier ráfaga de viento. El invento no solo permite fijar la sombrilla con fuerza, sino que evita que su usuario pase un tiempo haciendo los gestos del baile de la Ma-yo-ne-sa.