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Reseña Musical

“Tarde de zarzuela”, por la Banda Municipal, en As Praterías

    Vuelta a la zarzuela con la Banda Municipal, con su titular Casiano Mouriño Maquieira en uno de sus espacios favoritos, As Praterías,-20´00 h.- y siempre que el tiempo resulte propicio, lo que obligaría a suspender la sesión en caso adverso, ante la falta de otra alternativa posible, carencia que con buena voluntad y mejor actitud, podrá subsanarse en un próximo futuro. Otra es la situación cuando podemos escucharla en el Teatro Principal, que goza de mejor opción entre los miembros de la misma, o el Auditorio de Galicia. Oberturas y selecciones al servicio de ese aficionado entusiasta del llamado “género chico”, con algún desplazamiento al estilo de la revista sin rubores, representado por el pasatiempo cómico lírico que sentaron cátedra en un histórico como el Teatro Pavón capitalino, y que subió a escena el 12 de noviembre de 1931, año de febriles entusiasmos populares. Nos referimos a “Las Leandras”, de Francisco Alonso, sobre un libreto de Emilio González del Castillo.

    Principal vedette entonces, la polémica Celia Gámez, que no dejará buena memoria por su actitud ante la vida en el tiempo que le tocó vivir. Para solaz del personal, el celebérrimo “Pasodoble”, entre números jugosos como el chotis “Pichi, es el chulo que castiga!” o el número a repartir “Por la calle de Alcalá”. Fue “Las Leandras”, y sigue siendo, éxito teatral a lo grande, aunque en la actualidad haya perdido cierto sentido de ese humorismo que en definitiva quedará sobradamente acartonado. La Sra Gámez, se llevó de calle los laureles de esta especie de revista y que venía para añadir un peldaño a “Las Corsarias”, de unos años antes, quedando entre ambas otro galardón escénico como “Las Castigadoras”, que supuso el comienzo de la relación provechosa de la diva con el libretista, tras la presentación de ella en Buenos Aires. Se acepta con todo, que “Las Leandras”, está saturada de detalles de brocha gorda, que dejarán la obra en entredicho cara al futuro.

    Ruperto Chapí con la zarzuela cómica “El tambor de granaderos”, de la que se ofrece la obertura, obra también con excelente cartel tras su estreno en el mítico Teatro Eslava, el 16 de noviembre de 1894. El propio Chapí, durante el período de director artístico del teatro, entre dos años, tuvo serios enfrentamientos con los empresarios de otro centro de postín, el Teatro Apolo, con la pretensión de decidirse por una política artística renovadora, que le granjearía habituales quebraderos de cabeza y una mala fama que no venía a cuento. Obra esta que muestra curiosos guiños hacia el mundo dramático, con aspectos tan sorprendentes como la escena de los pobres, que nos traslada sin disimulo a una clara caricatura de “La fuerza del destino”, a medias entre Verdi y el Duque de Rivas, mientras que ya en el segundo cuadro, parece referirse a otro de sus colegas, en concreto a Ramos Carrión por “La bruja”. Críticos optimistas habrá como Animón, quien sentenciará que el autor, en esta oportunidad, supo mostrar sus méritos extraordinarios.

    “La Tempranica”, zarzuela en un acto de Gerónimo Giménez, se cuela a través de una elegida selección de pasajes, para esta zarzuela en la que un buen bocado, se debe a un gran hombre de escena, el mismísimo Julián Romea, quien apostaría por centrarse en la figura de María la Tempranica, una gitana simplona a la par que pura y apasionada, elementos que cuadrarán de perlas con la música de este compositor. Siempre manteniéndose dentro de un ambiente muy realista y que para un experto analista como Deleito y Piñuela, el resultado definitivo juega a favor del tándem formado por los dos. Partiendo de una ajustada obertura a modo de preludio, se completará con seis números, destacando el tercero con el canto de la gitana, precedido por un aire de zapateado conocido como “La Tarántula é un bisho mu malo, no se mata con piedra ni palo...”, capricho para tantos bises como aire de despendole provocativo.

    De “El Caserío” de Jesús Guridi, el preludio del acto II, especie de comedia lírica sobre libreto de Federico Romero y Guillermo Fernández Shaw, con estreno en el Teatro de La Zarzuela, en el otoño de 1926. Venía Guridi entonces de probar fortuna en el género de la ópera vasca con “Mirentxu” y”Amaya”, que han podido sobrevivir a la criba del paso de los años y en esta oportunidad, la moneda al aire salió de cara, gracia a una rica partitura, auspiciada por un logrado ingenio, en el que se concitan la asimilación de la herencia folklórica, en medio de un apacible cuidado del sentimiento melancólico. Para continuar en esta miscelánea zarzuelística, un gallego por Reveriano Soutullo, con “La del Soto del Parral”, también en una selección, en uno de los paradigmas del genero con la firma del músico con el compañero Juan Vert, sobre libreto de Luís Fernández de Sevilla, y que verá la luz en el Teatro de La Latina. Zarzuela que muestra algunos de los momentos creativos más imaginativos de esa pareja de artistas, que saben enlazar los pasajes cómicos con los de intención más seria.

    Nuevo preludio, esta vez tomado de “El Bateo”, especie de sainete lirico en cuatro cuadros de Federico Chueca, con libreto del todoterreno Alfonso Paso, caído casi en el arcón del olvido. Un repaso con soltura por las calles de los madriles mostrando semblanzas populares y que a pesar de lo grotesco de algunas escenas y situaciones de personajes, consigue mantener el ambientillo castizo. Para completar, otra selección de “Gigantes y cabezudos”, de Fernández Caballero, una especie de zarzuela cómica en un solo acto y en la que se aprecia un numero como la típica habanera que se entrelaza con aires populares, consiguiendo una especie de suite, con danzas populares.

    16 sep 2021 / 01:05
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