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¿Tauromaquia o veganismo?

    HACE unos meses me propuse pasar dos semanas sin comer carne. Viví como un vegetariano para hacer una especie de experimento del que me arrepentí a los pocos días. Cada vez hay más gente que cree que ha llegado el momento en el que el ser humano debería dejar de aprovecharse del resto de animales. De hecho, hoy contamos con multitud de suplementos y alternativas que nos permiten eliminar los productos animales de nuestras dietas sin perjuicios para la salud.

    En mi opinión, si no lo hacemos es porque, realmente, la mayoría de la gente pone su disfrute personal por encima del bienestar de otros animales. Yo soy uno de ellos y no me arrepiento en absoluto. Sin embargo, si aceptamos que nuestro placer vale más que la vida de otro ser, deberíamos ser consecuentes y justificar esta prevalencia en todos los ámbitos, incluido en la tauromaquia.

    Creo que el debate sobre los toros lleva años estancado en una lucha de argumentos que no llevan a ningún lado. A mi parecer, no tiene sentido discutir sobre si el toro sufre o no sufre mientras le clavan punzones de metal en la espalda, ni sobre el futuro de estos animales si se prohibiesen los festejos taurinos, ni siquiera vale la pena hablar del importante peso de la tauromaquia en la economía española. Todos estos puntos no sirven de nada si no decidimos antes qué valor le damos a la vida de los animales.

    Considero que el debate está en si somos capaces de aceptar que el ser humano ponga su disfrute por encima de la vida de un animal. En caso afirmativo, deberíamos permitir la tauromaquia y que a quien le divierta ver agonizar hasta la muerte a un animal, pueda hacerlo sin mayor problema. Pero si decidimos no aceptar la premisa de que la humanidad no puede jugar con la vida del resto de seres, entonces volvámonos todos veganos y prohibamos la venta de panceta en los supermercados.

    Muchos replicarán que comer carne y torturar a un animal no son dos ejemplos comparables, pero sí que lo son. En ambos el animal no decide sobre su futuro; en ambos el animal es torturado –de hecho la industria cárnica lo tortura durante toda su vida y no solo el tiempo que está en el ruedo–; y en ambos casos el animal muere para disfrute de los consumidores.

    No hay diferencia alguna entre el placer que provoca comerse una hamburguesa y la diversión que muchos encuentran en la tauromaquia. Personalmente, no me siento cómodo viendo cómo masacran a un animal hasta su muerte, pero imagino que a mis amigos veganos tampoco les gusta verme disfrutar con un buen churrasco y no por ello intentan impedírmelo. Basta con aceptar, o al menos debatir, si el hombre puede aprovecharse de otros animales.

    12 nov 2020 / 00:00
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