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Todo será algún día

    UNA de las maneras de medir los daños colaterales del Covid es esa que consiste en enumerar todo lo que ya no se puede celebrar. Todo lo que queda irremediablemente postergado. Por supuesto, nada más importante que la salud, que la familia, que los amigos, que los abrazos, nos apresuramos a decir. Lo que nos duele de todo lo que hemos perdido, ya sea de manera momentánea o más bien por un largo tiempo, es aquello de lo que quizás no nos percatábamos demasiado. Damos por hechos los afectos, las cercanías y los besos. Y ahora sabemos que nos equivocamos, porque su ausencia repentina demuestra nuestra evidente fragilidad. Sí: son muchas cosas próximas las que hemos perdido, pues el virus castiga, sobre todo, la proximidad. Esa materia de la vida que parece venir de serie, al menos cuando las cosas van bien, es hoy a todas luces un extra del producto, un valor enorme que dábamos por hecho, algo que soñamos con volver a tener.

    Sin embargo, las pantallas no dejan de anunciarnos todo eso que estaba previsto y ya no se va a celebrar. Todo o casi todo se pospone. A esta sensación de provisionalidad que el virus provoca se une la dificultad de dar una fecha concreta para cualquier cosa. Nada es ya sólido, salvo la propia incertidumbre. Así que normalmente las agendas se rinden, y terminan diciendo: “lo dejamos para el año que viene”. Todo será, si el virus no lo impide, el año que viene. Es quizás una forma de animarnos, de tener fe en que todo esto pasará, aunque no vaya a ser mañana. Hemos postergado los besos y los abrazos, pero también los conciertos, las salidas al cine, y esas cosas que se aman. Todo será algún día, esperemos que no muy lejano.

    Y entre esas anulaciones provocadas por la realidad, está Eurovisión. Aunque las parrillas están recuperando todo lo recuperable (mientras se va María Casado de las mañanas de TVE), todo sigue a medio gas. La nueva normalidad quiere recuperar las antiguas parrillas televisivas hasta donde sea posible, es decir las parrillas de lo que fue la normalidad normal, pero todavía hay mucho programa hecho desde casa. Las que no se resienten son las películas y las series (salvo las que estaban rodándose, claro), pero los espacios habituales han caído en una enorme rareza, salvo unas pocas excepciones. Esa rareza que combina platós con cámaras caseras. Ni siquiera alcanzo a comprender el atractivo de esa lucha catódica que parece haberse entablado entre ‘Supervivientes’ y el estreno de ‘Pasapalabra’, ahora en Antena 3. Esas luchas por la audiencia, aunque sean inocuas para la gente, casi me aburren tanto como las broncas políticas de cualquier signo.

    Eurovisión no se celebrará hoy, como estaba previsto, en los Países Bajos. Ni en ninguna parte. Sólo en la mente de sus seguidores, que, hay que reconocerlo, son muchos. Televisión Española entregará un especial en su lugar, pero nada puede sustituir, dicen, a un directo de esa envergadura y de esa aglomeración de personal. La celebración se pospone. Y los seguidores hacen como los aficionados del fútbol: ven las finales de años anteriores, se envuelven en la nostalgia. Eurovisión está ahí desde nuestra infancia, y, por primera vez, no estará. Muchas cosas no están ahí por primera vez. Pero sí: todo será algún día. Supongo.

    16 may 2020 / 00:36
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