Santiago
+15° C
Actualizado
sábado, 10 febrero 2024
18:07
h

Traducir a una escritora negra

    ES probable que cuando este texto vea la luz la polémica ya haya pasado. Pero no lo escribo por la polémica, sino por lo que queda cuando esta pasa. Por el veneno que se instala al echar mano del sentimentalismo fácil y la premisa errónea.

    Todo buen culebrón suele ser una exageración melodramática de un asunto en principio estúpido. Este empieza con el impacto que causó la presencia de la joven Amanda Gorman, al recitar con voz segura y elocuente, el poema escrito para la investidura de Joe Biden La colina que ascendemos, que anunciaba el término de una época y el inicio de un “nuevo amanecer”. El entusiasmo que despertó se extendió más allá de EE. UU. y en poco tiempo, su trabajo reclamó la atención de editores de medio mundo que empezaron a pedir traducciones de su obra.

    En Holanda Marieke Lucas Rijneveld, que había recibido el encargo de traducir al neerlandés el poema de Amanda, renunció a hacerlo ante las protestas en redes sociales por su elección. El detonante, un artículo de Janice Deul, una periodista y activista de origen surinamés, que tachaba de “incomprensible” que no se hubiera elegido a una traductora “artista joven, mujer y, sin duda, negra”. Idénticos criterios se invocaron para sustituir a Víctor Obiols, el escritor contratado para la traducción catalana.

    La cuestión que se abre tras estos acontecimientos no es tanto quién puede o no hacer esa traducción, sino cuál es el significado de que haya sucedido esto y si es algo incidental o un peliagudo precedente. La primera reacción es de broma y carcajada y como lo que caracteriza a la degeneración es que cunde como los hongos, lo que ya había degenerado siguió haciéndolo con el pasar de los días.

    Según esta nueva inquisición, los blancos solo podrían traducir a blancos, las mujeres a mujeres, solo los mexicanos podrían cantar rancheras, o los japoneses escribir haikus, y así hasta el infinito. Deul no habla de traducción, sino de política. Confunde el “derecho moral” con la calidad literaria, e ignora que su lógica visibiliza a la traductora, cuando la esencia de este trabajo es ser invisible para que lo que brille sea la obra traducida.

    El triunfo de este argumento es catastrófico, es la victoria del discurso identitario que convierte a la piel en una camisa de fuerza. Lo sucedido no es una anécdota, es el síntoma de un activismo mal entendido y de una nueva forma de censura.

    Los argumentos de Deul, como los de todos los actores oportunistas que salieron a pedir perdón por doblar en dibujos animados a personajes de otras razas, nos hace pensar que realmente no somos libres de traspasar las fronteras delirantes de la raza. “El color de la piel no es un crimen”, nos dijeron después del asesinato de George Floyd, pero parece que en lo políticamente correcto para algunos hay un color criminal, el de la Casa Blanca.

    25 mar 2021 / 01:00
    • Ver comentarios
    Noticia marcada para leer más tarde en Tu Correo Gallego
    Tema marcado como favorito