Santiago
+15° C
Actualizado
sábado, 10 febrero 2024
18:07
h

Trump, días de mudanza

    APENAS quedan unos pocos días, unas pocas horas, para el cambio en la presidencia de los Estados Unidos: ayer, creo que fue en CNN, vi a los de las mudanzas. Transportaban algún cuadro, creo que un busto de bronce (no sé de quién), lo que parecían muebles, y en este plan. Donald Trump, en esta mudanza, debería llevarse también el cabreo. Hoy en día todo se transporta.

    Claro que él era el único que no quería mudarse. Para haber entrado en la Casa Blanca con cierto escepticismo, casi con disgusto (imagino que si estás acostumbrado a edificios de postín la emblemática casa tampoco te parecerá la repera), ahora se resistía a irse. No creo que sea cariño al edificio, sino, por supuesto, a esa otra construcción invisible pero que se hace notar, y tanto que se hace notar, que es el poder. Desnudarse de poder nunca apetece. Y más si has dicho mientras podías que ese poder era tuyo: tu tesoro.

    Con las instituciones atacadas y el país fuertemente dividido, casi al cincuenta por ciento, Joe Biden tiene una buena papeleta. El huracán ha pasado (promete volver) y no hay posibilidad de aprovechar nada del desastre que deja a su paso, salvo la lección de lo que no debe hacerse jamás. Estrictamente, Biden debería revertir muchas cosas, pero tanto él como Kamala Harris, a la que se atribuye un poder muy creciente, no lo van a tener fácil. No todo lo quebrado podrá reconstruirse con rapidez. Y mucho menos en un tiempo tan frágil e impredecible, en el que la pandemia deja en segundo plano incluso la mudanza surrealista que, según parece, Trump está a punto de protagonizar.

    En esa línea tan perniciosa del infantilismo político contemporáneo (ojo, no sólo de Trump), el presidente saliente ha declinado toda posibilidad de protagonizar un acto conjunto con Biden. Mucho menos, claro, asistir a la proclamación del presidente electo. Dicen que Trump dirá adiós de alguna manera (o hasta la vista) y partirá quizás rumbo a Florida. Pero su ausencia abrupta, su incapacidad de reconocerse como perdedor, hará que esté más presente que nunca. Le queda al cada vez más confuso Mike Pence, atrapado entre su condición de vicepresidente y el horror por lo que pasó en el Capitolio, pilotar los minutos de la basura.

    Es simbólico, para mal, que Trump se acercase a Texas a saludar el trozo de muro construido bajo su mandato. Pero, como decíamos el otro día, sólo se puede vender lo que se ha sembrado. En realidad, Trump se va con esos dos estallidos visuales, el del ataque al Capitolio y el del muro que ni él ni nadie podrán completar jamás. Sabe lo suficiente de televisión como para preferir las imágenes, ahora que, equivocadamente según algunos, le han despojado de las redes sociales.

    Si finalmente se marcha el próximo miércoles, ignorando a Biden, enfurruñado con el mundo, confirmará esa estética que pretende desacreditar los escenarios que no le convienen. Nunca le gustó mucho la Casa Blanca, y quizás bastante más su ‘resort’ en Florida. Tiene que ver con una visión personalista del poder, con la política emocional que abomina de lo complejo. Por eso se va de buena mañana antes de que llegue el nuevo inquilino: aunque el que llega tenga todos los papeles en regla.

    17 ene 2021 / 00:00
    • Ver comentarios
    Noticia marcada para leer más tarde en Tu Correo Gallego
    TEMAS
    Tema marcado como favorito
    Selecciona los que más te interesen y verás todas las noticias relacionadas con ellos en Mi Correo Gallego.