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Trump, que juega al golf

    TRUMP está pasando el cáliz de la derrota electoral de ‘green’ en ‘green’, o eso muestran las televisiones. El golf es, al parecer, un deporte que produce gran relajamiento, con tanto verde alrededor y con el suave rumor de las hojas de los árboles, aunque campos he visto yo en los que los aligátores, o quizás cocodrilos somnolientos, se dedican a recorrer parte del paisaje, con cierta desidia, también te digo. De cualquier agujero sale hoy un cocodrilo.

    Este Trump golfista parece huir de esta forma tan ‘sportiva’, como decía Umbral (que vuelve a estar de moda), de la realidad y de los resultados, y si cuela, cuela. Ha mejorado la expresión del rostro, después de los primeros días, porque un buen ‘putt’ te arregla la jornada. Y también sacudirle fuerte al ‘drive’, darle al hierro como si no hubiera un mañana: hoy me salen muchos anglicismos. Siempre es mejor sacudirle a la bola que a la Historia.

    En los verdes parterres del Edén ha encontrado Trump otra realidad, otro universo, mejor que las torres doradas del patrimonio personal. Ese verdor ecologista, ya ves tú, va a servir para calmar los nervios al presidente que se marchará sin reconocer la derrota. Al menos, por ahora. No podrá seguir en el poder, pero a lo mejor bate el récord del campo. En esto, tiene un aire a Gareth Bale, al que acusaron de pasarse al golf cuando ya todo le disgustaba.

    Mientras, Biden va nombrando algunos miembros del gabinete, por lo bajini. No hay mucho ruido porque Trump no ha empezado la mudanza (tiene hasta enero), incluso su silencio preocupa al personal. Hablaba mucho más antes de las elecciones. Hablaba o escribía tuits, lo que fuera. Prácticamente ignora al ganador. Me imagino que habrá comentado el asunto mientras recorría los hoyos, con amigos o ‘caddies’. Las mejores conversaciones siempre suceden en sitios inesperados, pero tal vez Trump haya optado por este silencio de parques y jardines, fuera de su elemento, casi apartado del poder y a punto de dejar de petar la medianoche con los signos de admiración en Twitter.

    En la cumbre del G20, telemática, apenas se hizo notar, aunque no cejó en mostrar su posición contraria al Acuerdo de París. Leo en los papeles que este ha sido, probablemente, su último gran acto político, pero a estas alturas, con el relevo inevitable en el horizonte, tal vez ya tenga la cabeza en otra parte. No sólo en el campo de golf, que es una forma de evitar la realidad incómoda, sino más allá. Quién sabe si en 2024. Los primeros nombramientos de Biden suponen, uno a uno, una enmienda a la totalidad de las políticas trumpianas. En fin, nada que no se diera por sentado. Es verdad que las cuestiones de estado no se desmontan de un día para otro. Pero un latino en inmigración quiere decir algo. Y John Kerry como embajador exclusivo para asuntos del clima, también. La vuelta al multilateralismo perdido parece informar el giro de Biden: porque será un giro, esta vez sí. O eso, o la decepción de muchos.

    Mientras la Navidad se acerca y las vacunas marcan el paso (esa lucha mediática por anunciar la eficacia me inquieta un poco), Trump se muestra apartado de la realidad real, quizás entre la desidia y la desazón, golpeando bolas de ‘green’ en ‘green’, buscando al menos lograr el par del campo.

    24 nov 2020 / 00:00
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